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Desde el siglo XX

José Jaume

La 'nietísima' ya tiene su ducado

Rafael Catalá, ministro de Justicia en el postrer Gobierno de Mariano Rajoy, firmó la orden ministerial por la que el ducado de Franco pasa a ser ostentado por Carmen Martínez Bordiu Franco, horas antes de que la moción de censura le desalojara de sus altas responsabilidades. Catalá quiso dejar atado y bien atado el ducado para la nieta predilecta del dictador, la ex de Alfonso de Borbón Dampierre, el triste vástago de la extensa descendencia de Alfonso XIII, al que casarse con la nietísima no le valió para acceder al trono de España, calenturienta pretensión de la señora, que nunca disimuló sus desmedidas ansias de grandeza y de coleccionar joyas y antigüedades echándole caradura y desvergüenza al procurárselas.

Muerto el dictador, el nuevo rey de España Juan Carlos de Borbón, concedió a la codiciosa viuda el título de señora de Meirás, que ahora luce el nieto, Francisco Franco Martínez Bordiu, al que las Cortes de la dictadura habilitaron el cambio legal para que el apellido del general invicto perdurase inmarcesible en la historia. La hija, Carmen, recibió el ducado de Franco.

En esas estamos: las servidumbres de la Transición se ponen en estridente evidencia al constatar que se pasó de "la legalidad a la legalidad"; es decir, que no se cortó con la emanada de la dictadura, sino que desde ella los españoles nos aposentamos en la de la Constitución de 1978. Solo que en el camino quedaron tantas rémoras por liquidar que más de cuatro décadas después seguimos siendo el hazmerreir de Europa cuando se constata que, en España, sigue existiendo un monumento nazi-fascista, en el que están enterrados en el altar mayor de lo que es una basílica de la Iglesia católica el general golpista y el fundador del partido fascista español; cuando los descendientes del dictador heredan títulos nobiliarios concedidos a su mayor gloria o cuando los que éste otorgó detentando la jefatura del Estado no han sido suprimidos. Para rizar el rizo: el confiscado pazo de Meirás, que da título al citado señorío, sigue siendo de los Franco. El expolio que atesora, también.

Podemos quejarnos de que la propaganda de los independentistas catalanes obtenga carta de naturaleza en la Unión Europea cuando afirma que en España sigue existiendo una fuerte corriente de fondo franquista. Cómo no creérselo si se les concede una ayuda impagable con lo que acontece. Rafael Catalá, además de haber sido un nefasto ministro de Justicia, se ha conducido con premeditada malicia y acusada deslealtad al firmar la orden ministerial. La derecha española, encarnada en el PP, sigue sin querer mirar de cara al pasado franquista de la viera derecha de la que procede. No hay forma de que acepte que es inaceptable el Valle de los Caídos y todo lo que hiede a franquismo. Cuando se le reprocha, argumenta que no hay que reabrir heridas, que no se debe poner en peligro la reconciliación, que no hay que entrar en el guerracivilismo. De lo que se trata es de dejar las cosas como están, sin mirar al pasado. Que el cadáver del general siga en su basílica, que sus herederos disfruten sin cortapisas del largo expolio acumulado, que nos olvidemos de los muertos que yacen en las cunetas de las Españas. Esa es la reconciliación para buena parte de la derecha. Lo que pretende la izquierda es remover viejas cuitas, alentar olvidadas querellas. Sucede que aquí, al contrario que en Alemania e Italia, ganaron los que allí perdieron. Eso es todo. No es poco.

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