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Antonio Papell

El PP, en su hora más compleja

Mañana se eligen, en medio de grandes dudas sobre la representatividad de los inscritos -apenas 66.000, pocos más que los candidatos que presenta el PP a las elecciones municipales-, los dos precandidatos que optarán en el próximo congreso a la presidencia del PP (si uno de los dos destacara sobremanera, quedaría ya proclamado). Se han publicado algunas encuestas, extendidas a todos quienes se declaran votantes del PP, pero no tienen por qué coincidir las preferencias de este gran colectivo con las del relativamente pequeño grupo de electores, tal alejado de aquella cifra de ficción de los 870.000 militantes teóricos del PP. Según un sondeo de El Confidencial sobre una muestra de 500 votantes del PP, Soraya Sáenz de Santamaría estaría respaldada por el 45,2% de los entrevistados; Pablo Casado, por el 22,2%; Dolores de Cospedal, por el 11,9%, y José Manuel Margallo, por el 6,9%.

Quiere decirse, en fin, que Soraya es la mejor candidata en un proceso electoral, a juicio de la clientela potencial del PP, pero no es seguro que esos electores inscritos, muchos de los cuales son cautivos porque tienen un interés personal y directo en el asunto, busquen precisamente esto (habrá por ejemplo quien prefiera entronizar a una persona sólida, capaz de estructurar un partido moderno y con ideas). Y en cualquier caso, es de imaginar que Dolores de Cospedal, que ha controlado el aparato del PP desde el cargo de la secretaría general, mantiene un cierta capacidad de control e influencia sobre aquellas personas que ya fueron encumbradas una vez por ella, colocados en las listas, aupadas a una tarea —y a un sueldo— autonómico o local.

Si este clientelismo existe y se mantiene, ganaría la expresidenta de Castilla-La Mancha, que es desde luego el más curtido y el más político de los tres precandidatos que encabezan el ránking. Si hubiera otras razones, como el posicionamiento político, entonces ganaría Soraya, ya que el 40,1% de los encuestados se ve reflejado en las ideas de la exvicepresidenta (según la misma encuesta mencionada) y sólo el 18,4 siente cercanía hacia Casado, quien como se sabe propone recuperar las más añejas esencias populares, trayendo de nuevo a colación a Aznar. Cospedal, por su parte, sólo genera un 11,7% de adhesiones.

Si lo que los inscritos buscan es la renovación y la regeneración, optarán lógicamente por quienes menos relación hayan tenido con el aparato del Partido, con Génova, es decir, por Soraya y por García Margallo (en realidad, el exministro de Exteriores no se presenta para ganar sino para influir, y parece que lo está consiguiendo). En efecto, la vicepresidenta no ha tenido en momento alguno relación con lo orgánico, ni con las cuestiones de intendencia y de estructura, y en cambio Cospedal y Casado han coexistido materialmente con los Bárcenas y compañía. Casado, además, tiene sobre su cabeza la sombra del maldito máster, un error de bisoñez que le amargará sin duda la carrera política. En cualquier caso, la encuesta de El Confidencial acredita que las posibilidades de Casado aumentan a medida que pasa el tiempo y los electores del PP que afirman conocer por igual a los tres candidatos destacados aumentan en porcentaje.

Otro de los efectos que seguramente ponderarán los electores es la capacidad de promover la unidad del partido a posteriori de las primarias. La rivalidad ente Cospedal y Soraya es legendaria, y no parece posible que ambas coexistan juntas políticamente si una de las dos consigue la presidencia, ya sin el freno de un paterfamilias que les imponía deportividad y respeto mutuo. En cambio, Pablo Casado, un paracaidista de la siguiente generación, sería más dúctil y maleable en este aspecto, y probablemente cosería mejor las heridas que abrirán estas primarias, que han dejado al PP con sus desnudeces al aire: el "gran partido" conservador era en realidad un andamiaje de poder entrenado para funcionar como un grupo de presión, sin masas ni cuadros que echarse a la boca.

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