Leo con interés las noticias que llegan de que Holanda instaura la asignatura "Educación para la ciudadanía". El promotor de la idea aspira a que los escolares de su país, tanto en escuelas públicas como privadas, adquieran nociones de lo que son la democracia, los derechos y libertades civiles, los pactos internacionales de derechos políticos. Asimismo, pretende que el alumnado sepa abordar sin tabúes asuntos como la violencia de género, la homosexualidad, el matrimonio gay o el antisemitismo, superando prejuicios que excluyen con frecuencia tales asuntos embarazosos del temario escolar. Evidentemente, tal asignatura será perfectamente compatible con la impartición de enseñanzas religiosas de cualquier denominación.
En España, Rodríguez Zapatero creó una asignatura semejante, que fue objeto de inmediata controversia, en parte porque la derecha y los sectores religiosos la consideraron injustamente una agresión, y en parte también porque sectores radicales la tergiversaron. De cualquier modo, es difícil negar la necesidad de que los ciudadanos salgan de la escuela con nociones sobre el marco jurídico, los grandes consensos originarios de la democracia, el alcance y el valor de pluralismo y la variedad de opciones que tiene ante sí.
Lo difícil será eludir el dogmatismo de cualquier signo, pero este gobierno tiene la obligación de intentar recuperar la asignatura sin abrir heridas y consolidando un temario de mínimos que facilite la convivencia, la tolerancia y el respeto.
