Terminada la moción de censura se inicia un periodo de turbulencia política. Turbulencia, del latín turbulentia, desquiciado, agitado, turbio, en física un movimiento desordenado en el que diferentes elementos describen trayectorias sinuosas e impredecibles, en sentido político la imprevisibilidad y el desquiciamiento encajan con la agitación y desgobierno que se aproxima. Las turbulencias producen inquietud y en política afectan a la convivencia y la economía, siempre son una contrariedad. Entramos ante un periodo de inestabilidad, el próximo espacio político a recorrer sufrirá frecuentes tolvaneras, habrá conflictos entre formaciones políticas dispares. Para salvar lo que queda de legislatura y la carrera en el coso electoral que se avecina, se requerirá un buen auriga, ojalá que Sánchez lo sea. La preocupación por las turbulencias es siempre peor que la realidad. Es más, si el nuevo gobierno y sus apoyos se salen de determinados parámetros de la Unión Europea y de la OTAN, su recorrido será precario; una vez más Europa nos da estabilidad.
Pedro Sánchez ha llegado a la Moncloa y es posible que la euforia socialista le confunda, aquí no ha habido un "sí a Sánchez" sino un rotundo "no a Rajoy". El análisis es claro, la moción de censura en nuestra Constitución debe ser forzosamente constructiva, es decir debe de proponerse un candidato, un programa y unos medios para llevarlo adelante y la Cámara debe de aprobarlo. Esto no ha sucedido, ha sido solamente un censura pura y dura contra Rajoy y su partido por la insufrible corrupción que ha terminado arrollando al presidente y al gobierno. No se ha valorado el que, durante los años difíciles, muy difíciles para las economías occidentales y muy especialmente para la española, han conseguido reconducir el desastre que se venía encima. Para el resiliente Rajoy habrá sido un trago muy amargo e inesperado.La felonía de los vascos después de haber conseguido y rebañado del gobierno -además las ventajas del concierto-, cerca de seiscientos millones más, no tiene calificativo. Para el PP, la moción de censura habrá sido como una cucharada de aceite de ricino que les ayudará a evacuar su descomposición, un tormento. Para la ciudadanía, lo de González, Granados, Bárcenas, Cifuentes y Zaplana excesivo, y la sentencia del caso Gürtel, demasiado insoportable. En la decadencia de la ética política se debe de buscar la causa de la corrupción y de la consiguiente y alarmante desafección de la ciudadanía.
El horizonte se oscurece, la incertidumbre ya está aquí, un escenario complicado. Sánchez deberá de gobernar durante un tiempo no muy largo, lo tiene difícil, parece tarea imposible. Los apoyos que obtenga serán condicionados a determinadas exigencias no siempre razonables, la labilidad de solo 84 diputados,el presupuesto no aprobado por el Senado y la compleja cuestión territorial están al acecho. Se avecina un bloqueo político. ¿Resistirá la economía tanta turbulencia? Lo aconsejable habría sido la convocatoria de elecciones generales, que Rajoy por prurito personal no quiso. Hubiese sido la solución menos dañina a una crisis política que puede acabar afectando gravemente a la gobernabilidad. Se debería haber privilegiado la estabilidad para no perjudicar el crecimiento económico que con tanto sacrificio y esfuerzo se está consiguiendo.
Sin embargo los recientes acontecimientos, permiten sacar alguna conclusión positiva, se ha puesto en evidencia algo muy importante, la democracia y la fortaleza institucional del país ahí están, las previsiones constitucionales han funcionado. Se ha censurado a un presidente, se ha derribado un gobierno, el Congreso ha propuesto un nuevo primer ministro, su nombramiento lo ha firmado el Rey y Sánchez ya está en la Moncloa, todo ello en solo dos días, con normalidad, los mecanismos legales han funcionado con absoluta escrupulosidad y,las instituciones no han sufrido menoscabo. La democracia española ha madurado.