Ah, la pureza de la izquierda, el sosiego que nos embarga al escuchar sus melifluas apelaciones a la transparencia, su ética esdrújula. Nos tranquilizamos en cuanto llegan al poder, bajo la especie de que Don Negocio y su corrupta hermana quedarán en barbecho durante cuatro años. Sin embargo, pronto nos despertamos sobresaltados, porque no contábamos con las excepciones. En anteriores entregas del Pacto se exceptuó al monstruo de Son Espases, porque el PSOE se arruga ante Florentino. Por qué será será. O a Cursach, porque el PSOE de Palma y Calvià se plegaba al emperador de la noche. Todos los verbos citados son traducibles a euros.
En esta legislatura, las excepciones se suceden a tal velocidad que cuesta deslindar si la izquierda obedece a alguna regla. Un día es la farsa inaugural del Palacio de Congresos, a la mañana siguiente Noguera entrega la última pieza del paseo Marítimo al mismo constructor, ayer tocaba el crimen urbanístico de Petit Deià y hoy la operación truculenta de Son Bordoy, que en Sicilia aplaudirían con admiración. Por no hablar de los nombres propios. La izquierda plegable se postra ante Matutes con la misma convicción que el PP. A continuación se arrastra por la tierra batida ante un tenista multimillonario y de derechas, ambas cosas por méritos propios. Urbanizaciones y rendiciones sin alcantarillado.
Y ni siquiera hemos empezado con la carretera a Campos, que debiera ostentar el nombre de Autopista Jaume Matas, para que PSOE, Més y Podemos honren al pionero de su salvajismo. Entre tanta excepción, se nos pasaría por alto sin la alerta del Gob que el portavoz socialista fue imputado en la Audiencia Nacional por ser consejero de Sa Nostra, cuando haber ocupado ese cargo debiera ser más descalificador que una condena en Alcatraz. En lugar de importunar a los fiscales en huelga y que dejaron de perseguir la corrupción hace años, el desafiante semialcalde Hila ha de remitir al Gob a la Oficina Antifraude. El excelente sueldo de su titular le estimulará sin duda a desentrañar Son Bordoy.
