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La lengua bífida

A pesar de ser un "sin papeles" me considero desde chico bilingüe, ya que son las personas las que pueden ser bilingües no las sociedades

La otra noche algo me turbo el sueño; casi sudando me desperté con esa sensación de angustia casi infantil que nos asalta a pesar de los años cuando algún terror nocturno nos asalta; al principio no conseguía recordar cuál era el guión de aquel contar del subconsciente y luego, como a borbotones, me fue llegando el recuerdo de lo no sucedido; estaba en casa con mis padres, que ya no están con nosotros, y me miraban ambos con cara extraña, como si no me conocieran; no sé lo que duraría la extraña escena pero sí recuerdo que había alguien que, como si estuviera fuera de cámara, me decía con voz ominosa "els teus pares no t'entenen perqué no tens el nivell B2 de catalá". Comprenderán ustedes que me asediara en aquel momento una cierta orfandad, no ya la patentemente real sino la que deriva de los huecos del sentimiento.

Y saben lo peor, que me di cuenta que era verdad; yo, que llevo más de seis décadas hablando la lengua de mi madre, que era pollensina, mejor dicho "d'u Moll" como le gustaba a ella decir y presumir, hija de Mestre Josep "Viçenco" que llevaba en los años veinte, en un Llaut, a los primeros turistas de aquel incomunicado Hotel Formentor, pues todavía no se había acabado la carretera, y la de mi padre, nacido y criado en la Calle de La Pursiana, en el muy noble Arrabal de Santa Catalina, y descendiente de Santanyiners, no podría participar, si tuviera edad y ganas para ello, de los bolsones de trabajo de la función pública, pues aunque hable sin la menor dificultad, la lengua de mis mayores, no tengo un "paper com mentres" que acredite esa habilidad idiomática; ya ven ustedes soy un mallorquín de inferior categoría, un untermensch lingüístico.

Aún así y a pesar de ser un "sin papeles" me considero desde chico bilingüe, ya que son las personas las que pueden ser bilingües no las sociedades, pues hablo con igual desenvoltura, algunos dicen que con demasiada, tanto el cooficial español como el cooficial catalán estatutario; lo de entender en una u otra lengua depende del contenido de lo escuchado, en ocasiones no entiende ni lo que algunos pronuncian en la lengua de Cervantes, en la misma medida hay momentos que no comprendo lo que dicen los que hablan con la misma lengua del autor del Pi de Formentor, y es que para algunos la lengua no es un vehículo de comunicación sino un parapeto de incomprensión, una especie de frontera entre personas (Decía George Bernard Shaw que los británicos y los estadounidenses eran dos pueblos hermanos divididos por una lengua común); que le vamos a hacer, como aquí.

Más aún, leo, hablo y escribo en inglés desde la veintena, me defiendo, no sin esfuerzo y por simple afinidad en francés y en italiano, algún entendimiento del holandés por familia, aún poseo reminiscencias del latín y del griego de los años de bachiller aprendizaje, pero curiosamente la única acreditación idiomática de la que soy poseedor es una titulación de un nivel B2 de alemán que, les garantizo, no me capacita para dar clases ni de ganchillo aunque me es de gran ayuda para mis aficiones historiográficas y musicales, pero sobre todo me sirve para entenderme con los nativos de aquel país, al que admiro, que es para lo que debieran servir las lenguas.

Soy un impenitente optimista, hay que sobreponerse a las pesadillas, por eso prefiero ver la parte buena de las cosas y de esta manera poder tranquilizar a mi admirado Smerald Spahiu, Concertino de nuestra Sinfónica pues mi falta de ese titulín, del que carezco, le librará de que pueda hacerme con su puesto en la orquesta, por eso y porque lo único que sé hacer dignamente con un violín es colocarlo cuidadosamente en su estuche. Y ese optimismo me trae un consuelo añadido a la desazón de duermevela, que no es otro que plantearme la posibilidad de acercarme a alguna academia para funcionarios en busca del papelillo acreditador de lo que ya hablo profusamente y, pongamos por caso, para lograr ese nivel mínimo de Catalán, aún cuando sea a la "Cifuentes", si tal fuera aún podría ver mis más locas fantasías logradas y llegar a ser un servidor público en alguna de las administraciones de las nuestras; más aún, dado que tendría ya no solo la misma cualificación que los políticos que nos mandan desde las instituciones, aún cuando no estoy seguro que para ello les exijan a ellos lo mismo que se le requiere a un neurocirujano de la sanidad pública, sino alguna virtud más, por aquello de que si el buen nivel en una lengua es indudable escalón de ascenso dentro del ámbito de lo políticamente correcto, en nuestra Comunidad Autónoma, compuesta por algún añadido más, por aquello de otras lenguas conocidas, las unas dominadas y las otras llevadas adelante trabajosamente, podría aspirar que se me premiara con algún carguillo de campanillas en alguna Consellería o quizá más, no seamos pacatos en nuestras fantasías, el cielo por limite, llegar aún más arriba con el salvoconducto del famoso "papel", verdadero y Balear demostrador de talentos varios.

Tengan cuidado, sean precavidos, teman; pueden ustedes estar leyendo las palabras del próximo Presidente de la Comunidad.

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