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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Alemania prohibida

El colmo del provincianismo es presumir de haber pernoctado más noches que nadie en Palma, en relación a la edad. Este honor me pertenece. Además, durante los siete últimos años del franquismo me maleduqué en un Instituto situado junto a la hoy detestable Vía Alemania. Pese a tan impecables credenciales palmesanas, hasta el presente mes de abril no había reparado jamás en que la denominación viaria citada, junto a las de Portugal y Roma, eran apelativos fascistas a extirpar del callejero. Se nota que camino muy despistado por la ciudad. Todavía peor, nadie en tiempos de la dictadura presumió delante de mí de la exaltación nazi, salazarista o mussoliniana que conllevaban las denominaciones citadas. Por tanto, me siento frustrado por haber desaprovechado las excelencias de la Formación del Espíritu Nacional que nos impartía Juan Bonet.

Entiendo la urgencia de Noguera por dedicarle una calle postinera al asfaltador Miquel Ensenyat, pero anida un cierto contrasentido en censurar a Alemania al completo, para implorar a continuación que millones de alemanes gasten sus euros en Mallorca. Sería fácil consensuar el cambio de nombre de Vía Adolf, pero un alcalde independentista debería mostrarse sensible hacia un país que ha salvado a Puigdemont de años de cárcel, y que ha invertido de paso la percepción europea del procés.

La ultraizquierda que gobierna Cort se declara incapaz de derribar el monumento indiscutiblemente franquista de sa Feixina, o las terrazas incalificables del Born. A continuación, la emprende a garrotazos contra socios de la Unión Europea sin mediar provocación, cuánta grandilocuencia. En cambio, la supresión de Vía Roma puede estar justificada. No tanto por la raigambre fascista del apelativo, sino por la infamante eliminación del Barça en Champions. Suerte que siempre que una izquierda esboza alguna medida progresista, surge otra izquierda que impide la materialización de la iniciativa. La derecha, o lo que queda de ella, se limita a esperar que las elecciones caigan como fruta madura.

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