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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Un futuro electrizante

Es una pena que no se nos garantice la vida eterna, o al menos suficientemente larga, porque todo lo bueno va a ocurrir el próximo año preelectoral o dentro de dos lustros. El Govern balear acaba de presentar un anteproyecto de ley del cambio climático que contempla la prohibición de los coches diesel a partir de 2025, y los de gasolina en 2035, con voluntad de que todo el parque móvil del archipiélago sea eléctrico en 2050. Desde el hachazo en el recibo de la luz del mes pasado, yo leo eléctrico y me pongo a temblar, de frío y de dolor de bolsillo, así que me tengo que sobreponer para evaluar que esta norma es pionera, imprescindible y nos pone en la vanguardia de las comunidades sostenibles. A medio y largo plazo, claro. Ya me explicarán de dónde saldrá el fluido de mi utilitario y a qué precio cuando llegue el momento, para qué sufrir con tanta antelación. A día de hoy solo los potentados pueden permitirse ser aliados del ecosistema conduciendo un coche eléctrico. Para acallar nuestra conciencia ecologista, los demás hemos de conformarnos con responder 'sí' cuando, leyendo las noticias por internet, aparece una pantalla en la que se inquiere si nos apuntamos a salvar el Ártico. Sin embargo, hay otra pregunta un poco más difícil que se me plantea en relación a la futura ley de cambio climático: ¿Cuántos coches eléctricos cabrán en Mallorca en 2025? ¿El mogollón que se da cita a las ocho y media de la mañana en la Vía de Cintura? ¿La miríada que satura las carreteras de la isla en verano? ¿La procesión kilométrica que hace cola para acceder al subsuelo de Palma un día nublado de agosto? Serán eléctricos, pero ¿serán tantos como ahora?

La mejor manera de contribuir a la pelea contra el calentamiento global es lograr que los particulares consideremos el coche un engorro prescindible. Un transporte público eficiente y que cumpla sobradamente con las necesidades de residentes y visitantes sería la otra cara de esa misma moneda. La apuesta decidida por la movilidad en medios colectivos se podría estar afrontando hoy mismo, sin esperar a 2050, porque estaba en el programa electoral de los partidos que mandan, pero se está dejando para mañana o pasado. Para decirlo más claro, no sé cómo casa la preocupación por el cambio climático con la construcción de autopistas, circunvalaciones, vías conectoras o como se las quiera denominar, con la licitación de aparcamientos subterráneos en la capital (ya está en marcha el que perforará el Paseo Sagrera y meterá unos cientos de vehículos más al día en el corazón de la ciudad), y con la falta de inversiones en el tren, el tranvía (que se deja, una legislatura más, para la próxima legislatura) o en el paupérrimo transporte urbano. Florece el negocio de los coches de alquiler, mientras que la línea de autobús que conecta el aeropuerto con Palma es penosa, y nos se crean nuevos recorridos que transformen significativamente la red de comunicaciones urbanas. Prohibir los diesel no está mal, pero resulta relativamente fácil porque no compromete en nada a las administraciones públicas. Los particulares podríamos hacer ese esfuerzo y muchos otros, pero esperamos del Govern de progreso algo más allá de presentarnos sus nuevos coches oficiales no contaminantes y una inversión millonaria en enchufes. Si no son capaces de ejecutar de una vez la tan anunciada desaparición de las bolsas de plástico de un solo uso, no sé como le van a hincar el diente a un sector mucho más duro de pelar como el de la automoción. De esta realidad partimos hacia un futuro electrizante. Esperemos que no se aplace tanto que acabemos por no verlo.

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