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Joaquín Rábago

360 grados

Joaquín Rábago

El primer genocidio del siglo XX

El reconocimiento en 2016 por el Parlamento alemán del genocidio cometido entre 1915 y1923 por el Gobierno de los Jóvenes Turcos contra el pueblo armenio causó en su día un grave conflicto diplomático con Ankara.

El Bundestag se declaró entonces competente para determinar que lo ocurrido con los armenios eran mucho más que una simple masacre y equivalía a un genocidio en toda regla. Pues bien, ahora la acusada es Alemania, incapaz al parecer de ver la viga en el ojo propio: dos grupos africanos, los herero y los namaqua reclaman a Berlín reparaciones por el que se considera el primer genocidio del siglo XX.

Dos asociaciones de víctimas que representan a ambos pueblos presentaron hace un año una demanda ante un tribunal de distrito de Nueva York, pero el Gobierno alemán se niega a reconocerlas como no quiere tampoco reconocer como tal aquel genocidio.

Según Jürgen Zimmerer, historiador especializado en historia colonial de África, sólo ha habido hasta ahora negociaciones secretas entre los Gobiernos alemán y namibio que no han conducido hasta ahora a ningún resultado.

Durante las negociaciones se manejaron distintas cifras en relación con las reparaciones: en un principio se habló de dos mil millones de euros y a finales del año pasado se llegó a mencionar la cifra de 75.000 millones.

Pero Zimmerer se pregunta cómo es posible que el Bundestag no haya mostrado hasta ahora la humildad suficiente para reconocer, en aras de la reconciliación y como reclaman los Verdes y el partido Die Linke (la Izquierda), el genocidio cometido.

El problema para las asociaciones que representan a los descendientes de las víctimas es que Gobierno de Namibia no puede negociar en nombre de los herero y namaqua, pues muchos de éstos no son siquiera ya ciudadanos de ese país.

Esa fue una de las dramáticas consecuencias del genocidio: muchos habitantes de aquel territorio, entonces llamada África del Sudoeste, fueron expulsados o huyeron de la que era entonces colonia alemana.

Baste recordar, explica Zimmerer, una orden del general genocida Lothar von Trotha que decía así: "Los herero no son ya súbditos alemanes. Cualquiera que esté dentro del territorio (bajo mandato alemán) será fusilado".

En 1904 ese militar decidió acabar primero con los herero, que se habían levantado en armas contra la potencia colonial, y luego intentó otro tanto con los namaqua.

Decenas de miles de individuos de ambos pueblos fueron encerrados en campos de concentración o asesinados, y sus cráneos y esqueletos, enviados a Alemania para que los examinasen científicos racistas.

Hasta ahora, el Gobierno de Berlín se ha negado empecinadamente a comparecer ante el tribunal neoyorquino argumentando que las acciones soberanas de un Estado no pueden ser juzgadas por los tribunales de otro, desdén que ha terminado indignando a la justicia estadounidense.

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