Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los toros

El Consell ha reclamado a Madrid los Bous de Costitx, ya saben, esas estilizadas cabezas de toro de la cultura talayótica halladas en Son Corró en 1895. Madrid contestará, más o menos, que "recibida su atenta misiva, lamentamos que las circunstancias actuales no nos permitan satisfacer su reclamación".

Recordemos que los bous no desaparecieron de Mallorca, ni fueron expoliados por una potencia colonial, ni robados en una expedición de castigo, sino legalmente vendidos por 3.500 pesetas al Estado español. Antes de eso, la Societat Arqueològica Lul.liana intentó reunir el dinero -una buena cantidad para la época- mediante una cuestación que no tuvo éxito. Recurrió entonces a la Diputación, que dijo no estar interesada en la compra. Sí, claro, objetarán ustedes, pero es que hablamos de las postrimerías del siglo XIX. Sí, por supuesto, eran otros tiempos, pero todo el mundo sabía del valor de las antigüedades y el concepto de Patrimonio no era desconocido.

Con ello quiero decir que no hubo una movilización popular significativa para defender nuestros bienes artísticos ni un empeño político firme por conservarlos. Más o menos como ahora. Seamos sinceros, ¿a cuántos mallorquines les importa realmente dónde están ubicados los bous? ¿Estamos todos ansiosos por que retornen para ir a verlos, estudiarlos, sumergirnos de lleno en la cultura talayótica? Todos aquellos a quienes he preguntado han sido unánimes en su respuesta: los bous tienen que estar aquí. ¿Por qué?, he seguido indagando; pues porque forman parte de nuestro patrimonio histórico y es en Mallorca donde deben estar.

Ese argumento, sin embargo, apenas se maneja ya en los discursos contemporáneos sobre arte. Actualmente, se utiliza el concepto de "custodia" y de "patrimonio común". Es lógico; si todos los museos del mundo hubieran de retornar a sus países de procedencia las piezas que atesoran, no bastarían cien años de gestiones. Las colecciones, los museos, se gestaron cuando los hallazgos eran propiedad de quién los sacaba a la luz o del dueño del terreno. Eran tiempos de excavaciones libres, tiempos de compraventas ilícitas y de un boyante mercado negro. De hecho, la historia del Arte antiguo -dicen algunos expertos- puede ser considerada como la historia de un robo.

Ahora, el Partido Popular ha propuesto una moción para reclamar los bous de Costitx que todos los partidos de izquierda se han apresurado a secundar. ¿Por motivos estrictamente artísticos? Por supuesto que no. Hablamos de que nadie quiere ser menos patriota que el otro o quedar como el calzonazos que acata lo que dice Madrid. Pura política que no tiene en cuenta que el patrimonio cultural no debería ser una herramienta para el nacionalismo, como acabamos de ver en el caso de Sijena.

Nada hay más frágil que una obra de arte, pero nada hay más potente y más cercano al poder. Es muy sencillo utilizarla políticamente y su efecto se multiplica cuando en ella concurren factores simbólicos, cuando puede ser considerada parte de la identidad de un pueblo. Entonces se discute con pasión y se orillan los argumentos científicos.

Los bous están hoy bien situados en el magnífico Museo Arqueológico Nacional, en Madrid, a una hora de avión para quien desee contemplarlos. Recibe anualmente más de medio millón de visitantes de todo el mundo y es uno de los museos más visitados del país. Si lo importante de una obra de arte no es su titularidad, sino su difusión, los argumentos a favor de su retorno quedan neutralizados.

Pienso si, en vez de enredarnos en estériles gestiones con unos señores de Madrid aquejados de una sordera pertinaz, no sería mejor conservar, defender y difundir lo que ya tenemos; estudiar y dar nueva vida a tantos yacimientos en condiciones de semi abandono; trabajar para que el Museu de Mallorca incremente sus visitas, para que aumente el interés de los mallorquines y turistas por el patrimonio que se exhibe en sus vitrinas.

Dice Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía: "El arte es una manifestación de lo común: ni público, ni privado, como el agua o los bosques". Sería hermoso que así fuera, pero en una sociedad tan furiosamente capitalista, donde el tener siempre es más importante que el ser, donde lo privado aplasta lo colectivo, entiendo que resulta ingenuo situarse entre los que defienden que el patrimonio cultural de uno es el patrimonio cultural de todos.

Compartir el artículo

stats