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Turbados

La lista de acontecimientos que provocan vergüenza ajena que hemos vivido en esta comunidad es larga. Se lo dice alguien que ha asistido a casi todos los juicios contra el ex presidente Jaume Matas -siete meses de Nóos incluidos- y ha visto también a Maria Antonia Munar unas cuantas veces en el banquillo. Pretendiendo ambos que nos creamos que sólo pasaban por allí cuando se cometían los delitos. Así que una pensaba que la capacidad de escandalizarse por algo en sede judicial era ya prácticamente nula. Hasta este otoño.

La semana pasada tuve la suerte de volver a ver en pantalla grande Matar a un ruiseñor, una obra maestra de Robert Mulligan basada en la novela de Harper Lee. El protagonista, Atticus Finch -maravillosamente interpretado por Gregory Peck-, es un abogado viudo y a cargo de sus dos hijos que defiende a un negro inocente, injustamente acusado de violación. En una sociedad aún racista, únicamente por el color de su piel es condenado por un jurado popular. Antes del procedimiento, Atticus le salva de un linchamiento. La turba se dirige a su celda con la intención de 'tomarse la justicia por su cuenta'. El final es tramposo, pero una se lo perdona todo a un Atticus Finch que nos da una lección de cómo educar a los niños con el ejemplo. Pero una de las conclusiones fundamentales que saqué del film es que la masa es muy peligrosa cuando intenta influir en los procesos legales.

Creo que no somos suficientemente conscientes de lo alarmantes que resultan las tentaciones de algunos de sustituir el sistema judicial por la 'justicia en la calle'. Empecé a pensarlo a raíz del 'procés'. Han sido innumerables los intentos de coacción a jueces y fiscales con manifestaciones de apoyo a los primero detenidos y luego encarcelados, cuando no amenazas personales o conatos de impedir su trabajo. Que el problema de Cataluña es mucho más complejo que su vertiente judicial es evidente. Que hará falta política, también. Pero nada de eso es justificación suficiente para politizar las actuaciones de los profesionales de la judicatura.

Otro capítulo vergonzante de tentativa de justicia callejera han sido los insultos en redes sociales al encargado de juzgar a la Manada por la supuesta violación en los sanfermines. Todo porque aceptó como prueba un informe presentado por la defensa sobre la vida de la víctima posterior a la agresión. Quiero pensar que a la mayoría de nosotros nos parece éticamente reprobable que la defensa de los acusados utilice esa estrategia, poniendo el foco en la actitud de la chica. De hecho, ya lo ha retirado. Pero eso no es óbice para que -antes de lanzarnos al cuello del juez- no seamos capaces de distinguir el hecho de que acepte ese informe como prueba de la valoración que haga de ella. Quiero decir que suena mucho más a 'os admito todas las propuestas para que no podáis decir que no os he dejado defenderos, pero los hechos son tan claros que se os va a caer el pelo'. Pero no; como no nos gusta el informe -que el juez seguramente habría utilizado para calzar una mesa- recurrimos al insulto y al descrédito profesional.

La gota que colma el vaso es la manifestación a las puertas del juzgado de vía Alemania para pedir la detención del juez Manuel Penalva y el fiscal Miguel Ángel Subirán. Para más inri, convocada por un abogado. Desconozco si las acusaciones son verdaderas o falsas; si hay testigos manipulados o si los investigadores han cometido prevaricación. Pero -en el caso de que así fuera- tenemos un sistema judicial que permite las recusaciones y que ofrece las garantías suficientes para que si eso se demuestra se invalide la causa. Intentar dinamitarlo desde la entrada es inadmisible e indigno. Por ser suaves.

En El hombre que mató a Liberty Valance, John Ford resume perfectamente la evolución de la justicia en los westerns. En una América ignota, sin un sistema legal ni sheriff a quien acudir, los pioneros tenían que arreglar sus diferencias ajustando cuentas en la calle; la justicia estaba de parte del que disparaba más rápido. Pero cuando llega la ley -personificada en el abogado Ransom Stoddard- el pistolero Tom Doniphon se retira porque ya no hay lugar para él en la sociedad. Tenemos un sistema judicial con muchas cosas que mejorar -empezando por los medios-; pero convendría no olvidar que es el resultado de muchos siglos de teorización -y práctica- sobre la Justicia, el Derecho y la relación entre ambos. Quiero decir que volviendo a la calle no vamos a inventar nada. Y haríamos bien en no olvidar dónde está el progreso.

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