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Trump fuera de la UNESCO

La Unesco ha cometido históricamente numerosos errores, incluso ideológicos, y la organización cultural de Naciones Unidas fue en un tiempo el principal escenario del complejo debate norte-sur sobre el intercambio desigual y el "imperialismo cultural". La liberalización de la cultura estuvo asimismo en el debate en los albores del neoliberalismo, y, como cabía esperar, Reagan y Thatcher sacaron a sus respectivos países de la UNESCO en 1985 y 1986 respectivamente. Pero aquellos tiempos han cambiado, hoy cabalgamos a lomos de la globalización y la UNESCO, se diga lo que se diga, es sobre todo impulso intelectual para la educación y la cultura, y representa el ámbito sin duda más valioso en estos campos de la diplomacia multilateral que albergan las Naciones Unidas.

Es, por lo tanto, vergonzante la salida de los Estados Unidos de esta organización, que condensa todo el refinamiento cultural del mundo, de la mano de Trump, quien la acusa de "antiisraelí" porque ha cometido la tropelía de admitir en su seno a los palestinos. Ya sabemos que Trump, como el primer ministro israelí, querría ver a los palestinos todos juntos en un gran campo de concentración, pero ambos deberían intentar al menos disimularlo. Porque no puede ser amigo de Israel quien no conciba que una democracia vete el ingreso de la atormentada Palestina, que todavía no es formalmente un Estado, en el tempo de la cultura mundial.

El asco que produce la ejecutoria de Trump se agrava, y ya hay pocas dudas de que semejante deriva tenga consecuencias irreparables para la comunidad internacional. De momento, el sistema de relaciones internacionales se deteriora, los grandes valores se debilitan y el mundo vegeta en un magma de incredulidad.

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