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Camilo José Cela Conde

Doce de octubre

A mi me enseñaron en el colegio que el 12 de octubre de 1492 fue el día en que Colón y sus acompañantes llegaron a América. Se trata de un hecho difícil de negar pero luego, entre la corrección política y los melindres, lo cierto es que ha ido cambiando. Esa fecha en la que la iglesia honra a la virgen del Pilar se conoció y se sigue conociendo como el día de la Hispanidad, para conmemorar que aquel continente recién descubierto se incorporase, con el tiempo, a la lengua y la cultura llegadas desde España. Pero la Mesa del Parlamento de Navarra ha decidido que no, que pase a ser el día de la Resistencia Indígena. Es una tendencia que gana peso también al otro lado del Atlántico, en particular en Méjico donde personas que llevan el apellido Martínez o González, pero precedido por el nombre de Cuauhtémoc o Moctezuma, sostienen lo de la resistencia sin enterarse demasiado bien frente a quién se realizó.

La historia heroica de Hernan Cortés sometiendo al frente de un puñado de expedicionarios a todo el imperio azteca no se sostiene desde hace mucho tiempo. En concreto, desde que los especialistas husmearon siquiera por encima los conflictos bélicos de la América precolombina. Pero la tendencia a imponer la posverdad -es decir, el engaño- a cualquier precio ha llevado a ridiculizar a aquellos pobres indígenas que no habrían resistido a unos pocos expedicionarios. Y a maldecir a Colón.

No es el genovés el único afectado. El fraile mallorquín que llenó de misiones California, Junípero Serra, entenderá mal allí donde se encuentre ahora el que le decapiten sus estatuas. Menos mal que lo de entender es una metáfora cuando se habla de un difunto pero nosotros, por cierto, estamos vivos y tenemos pues que intentar comprender lo que sucede. Incluso el detalle de que la aplicación de la ley del péndulo lleve a que los prohombres de la historia pasen de ser considerados héroes a quedar retratados como villanos en un santiamén.

Colón, Cortés, Serra y todos los que les acompañaron dieron paso a que las ciudades americanas se llamen como se llaman ahora, desde Puebla a Santa Ana, desde San Francisco a Los Ángeles. Imagino que si la mesa parlamentaria navarra pudiese cambiar no sólo la historia sino la toponimia buscaría nombres más sonoros, como corresponde a la lengua náhuatl. Puestos a cambiar, cabría volver al calendario juliano jubilando el de ahora, el gregoriano, para poder olvidarnos incluso de las fechas señaladas haciendo que el doce de octubre pase a otro mes. Se recuperaría así, desde luego, la revolución bolchevique de octubre que ahora cae en noviembre. Aunque tal vez no sea ni siquiera necesario tanto trabajo. Mi santo, san Camilo, se celebraba antes el 18 de julio, cuando ese día se llamaba del Glorioso Alzamiento Nacional -con mayúsculas obligadas- y ahora es el 14 del mismo mes, día de la toma de la Bastilla. Sin necesidad de poner patas arriba todo el calendario, eso que salimos ganando.

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