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Hartazgo

La anécdota, muy conocida, ha sido traída a la cuestión catalana por Roger Senserrich, probablemente la pluma más punzante y original de las que frecuentan el sistema mediático español: cuentan las crónicas - si non è vero è ben trovato„ que Estanislao Figueras, presidente de la Primera República entre febrero y junio de 1873, catalán de Barcelona, tras la enésima reunión de políticos incapaces de llegar a ningún acuerdo, se levantó de la mesa y dijo: "Señores, voy a serles franco: estoy hasta los c? de todos nosotros". Al día siguiente, Figueras cogió un tren y se fue a Francia, sin ni siquiera llegar a presentar su dimisión.

La cuestión catalana tiende a producir un hartazgo semejante, que bien podría ilustrarse con un exabrupto parecido. La obstinación mediocre de los nacionalistas, la facilidad con que se dejan seducir sectores sociales mal informados, la debilidad de sus contendientes no nacionalistas, muy mermados por el generalizado desinterés en el asunto, han hecho del conflicto un artefacto dialéctico aburrido e indigerible.

Es difícil saber cómo podría elevarse el tono del debate, entrar en terrenos más sólidos intelectualmente, enjaretar una discusión entre opciones posibles y no entre tópicos manidos e inaplicables? En realidad, si la discusión pudiera llegar a tener otro nivel más selecto y cabal, probablemente el problema se habría resuelto hace tiempo. Cuando hay sólo mediocridad y confusión de los intereses con las ideas, pasa lo que estamos viendo. Y que nos induce a postrarnos en la inacción y la melancolía.

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