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España no es diferente

Durante décadas, tuvimos que arrostrar con la mayor dignidad de que éramos capaces la singularidad horrenda de la dictadura, que nos convertía a los españoles en seres discriminados ante la comunidad internacional. Quien viajaba con automóviles con matrícula española se exponía, en Europa, a ser apedreado si el viaje coincidía con algún desmán del régimen franquista. Manuel Fraga, el explosivo ministro de Información y Turismo de régimen, acuñó un eslogan provocador: "España es diferente". Con él, atrajo a las primeras oleadas de visitantes, que aprovechaban los precios baratos, el sol abrasador y la seguridad física -la seguridad de los cementerios, según algunos- que garantizaba aquella autocracia.

Hoy, afortunadamente, España ya no es diferente. Si lo que están intentando los soberanistas catalanes, la secesión de un territorio con la consiguiente ruptura de la unidad nacional, tuviera lugar en Alemania, en Francia, en Italia, en los Estados Unidos o en cualquier gran democracia del mundo, los sediciosos se encontrarían con una respuesta frontalmente negativa del estado de derecho respectivo. No caben, pues, por absurdas, las acusaciones que aquí formulan los más vehementes conspiradores contra quienes defienden / defendemos el principio de legalidad y el imperio de la ley. Y han de saber que la unidad irrevocable de la soberanía nacional es una de las escasas entidades previas al edificio constitucional y democrático. Pierdan, pues, toda esperanza los que, a estas alturas, quieren poner a prueba la fortaleza del Estado: perderán el envite.

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