Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

¿Quién dirige el ayuntamiento de Palma?

Leo que existe una suma de desencuentros y falta de coordinación entre el departamento de Infraestructuras de Cort, bajo la responsabilidad de Rodrigo Andrés Romero, de Som Palma, y la empresa municipal Emaya, presidida por Neus Truyol, 5ª tenienta de alcalde de Igualdad, Juventud y Derechos Cívicos, militante de Més. Tal situación parece que ha abocado a la falta de limpieza en un total de veintidós parques o zonas ajardinadas de la ciudad. Parece ser que aún no se han puesto de acuerdo pese al llamamiento hecho por el alcalde Hila apelando a la responsabilidad de los concejales concernidos. La orden dada el martes de limpiar tres de los parques es un parche que no encara el fondo del problema.

Los acontecimientos inducen a reflexionar sobre el funcionamiento del ayuntamiento. Un ayuntamiento no es un parlamento, ni tampoco un gobierno, donde cada departamento tiene una personalidad propia. La municipal es una única administración estructurada jerárquicamente y dirigida por el alcalde. Su figura no es sólo la de representante de la institución, sino que es el responsable de su funcionamiento, para lo que dispone de la colaboración de los concejales y de los directores de los servicios. Cuando el gobierno del ayuntamiento se estructura en departamentos estancos, al modo de reinos taifas, se pueden derivar graves problemas en su funcionamiento. La elección del alcalde supone una gran compromiso político. No se trata de elegir un figurón para que el poder real quede repartido entre cada uno de los partidos que forman la mayoría, sino de la elección de la persona que va a tener la responsabilidad de la gestión del conjunto del ayuntamiento. No se trata de elegir a un político autoritario, sino de llegar a un acuerdo para elegir a la persona que va a desempeñar la autoridad que le confieren las leyes. Si éste no es el espíritu del pacto, no va a existir la autoridad municipal.

Ejemplo de las consecuencias de un ayuntamiento dividido en departamentos estancos fue el escándalo de la corrupción en una Emaya presidida y dirigida por personas de UM (otra consecuencia negativa de colocar en puestos de gestión profesional a militantes de partido, como ahora, que también dirige Emaya una militante de IU) cuando la alcaldesa era Aina Calvo. Nadie puede dudar de la honradez y el buen hacer de la señora Calvo, pero es así mismo indudable que fue Emaya, como empresa de UM, la que provocó el mayor escándalo de corrupción; en la que ella no tenía ningún poder de intervención como resultado de un acuerdo para conseguir la alcaldía, repartirse el poder y mantenerlo.

Que la formación del gobierno municipal se fundamentó en el desalojo del PP y en repartirse el poder lo ratifica el acuerdo por el que Hila (PSOE) dejará este mes de ser el alcalde para ser sustituido por Antoni Noguera (Més). Un acuerdo de este tipo no se conoce en ciudades de la importancia de Palma. Aunque conviene relativizar los perjuicios de una actuación política de reparto del poder. Si pensamos en una administración gobernada con coherencia, con respeto al principio de jerarquía y unidad de acción aceptada por parte de todos los que forman una mayoría, un cambio a mitad de mandato puede generar disfunciones importantes, por cuanto no es igual la capacidad de gestión y liderazgo de una y de otra persona. En ese caso de Hila y Noguera. Ahora bien, si no ha existido liderazgo y tampoco unidad de gestión, como atestiguan la descoordinación entre Infraestructuras y Emaya, y otras peripecias municipales, ninguna consecuencia dramática se derivará de la presidencia de Noguera, más allá de posibles derivaciones de las adjudicaciones a Garau. Por las mismas razones apuntadas, tampoco hay que esperar de los dos próximos años con Noguera de alcalde, ni mejora de la gestión, ni liderazgo, ni coordinación. Es decir, vamos a seguir igual. Aunque quien oiga perorar al alcalde entrante pueda llegar a pensar que estamos en trance de un acontecimiento planetario.

De Hila como alcalde no le ha llegado a uno la sensación de un político al timón de la ciudad. Y a estas alturas la ciudadanía no puede ya conformarse con la idea de que quien figuradamente está al mando es un hombre honrado. Necesita la ciudad el ejercicio del liderazgo. La impresión recibida es la de que alguien que contribuyó con Aina Calvo a aplicar la ley de memoria histórica en el monolito de sa Feixina, despojándola de su simbología fascista, ha contribuido con un cambio radical de posición, en ningún momento explicado, a generar una crispación ciudadana absolutamente innecesaria; queda por conocer el papel de Armengol como jefa del PSOE. El referéndum de las terrazas en el Born y el culpar a los empresarios de la degradación de la noche en Palma, a raíz del escándalo Cursach, rehuyendo el deber de hacer cumplir las ordenanzas municipales son, entre otras, las muestras de una insensata dejación de responsabilidades. Un alcalde, que es presidente nato de Emaya, no puede dejar la limpieza de los parques al albur de que dos concejales asuman las suyas. Hoy (miércoles) parece que, en el último momento, ha reaccionado, en parte. Un pacto de gobierno no puede suponer que no exista autoridad. Es absolutamente imprescindible que el alcalde sea elegido directamente por los ciudadanos. A la pregunta del titular sólo hay una respuesta: nadie dirige el ayuntamiento. Y una coda: nadie lo va dirigir los próximos dos años.

Compartir el artículo

stats