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Partidos, barones y autonomías

El Estado de las autonomías, que fue una generalización del sistema republicano de estatutos de autonomía a todo el Estado -el café para todos ideado por Clavero Arévalo-, resolvió en el momento fundacional del régimen actual el problema territorial (amenazado por el integrismo de amplios sectores políticos que opusieron resistencia al cambio y que llegaron a protagonizar el 23F) pero a la larga ha tenido graves disfuncionalidades, algunas de las cuales aún perduran.

Tales chirridos operativos no son propiamente consecuencia de la descentralización en sí, que ha cuajado política y sicológicamente, sino del mal diseño del modelo. Hemos avanzado hacia una especie de federalismo rudimentario sin dotarnos de una auténtica estructura política y administrativa federal, y prueba de ello es la absurda ineficiencia de un Senado, "cámara de representación territorial", que en la práctica no es más que una ¿inútil? cámara legislativa de repetición, perfectamente prescindible.

La evidencia de la disfuncionalidad del modelo es clara: las comunidades representadas en la cámara baja a través de partidos nacionalistas consiguen generar claras asimetrías con su influencia en asuntos ten delicados como la elaboración de la ley presupuestaria. Lo estamos viviendo estos días, ante la indignación y la impotencia generales. Lo que aquí ocurre sería en cambio impensable en Alemania, donde los papeles del Bundestag y el Budesrat están perfectamente delimitados y equilibrados.

Esta reflexión, que habría que exhibir con más frecuencia para promover una reforma que ya se ha aplazado demasiado tiempo, viene a cuento, como el lector habrá colegido, de la decisión anunciada por Pedro Sánchez de que no habrá barones territoriales en su futura Ejecutiva. Es patente que Sánchez sufrió en su anterior etapa la deslealtad de varios "barones" demasiado ambiciosos que hicieron imposible el desarrollo de su mandato, pero la verdadera razón de la mudanza no debería ser -no es, realmente- circunstancial sino de fondo: los órganos federales (o centrales, el nombre es lo de menos) de los grandes partidos políticos (no sólo del PSOE) deben estar claramente extendidos a todo el Estado porque es muy necesario diferenciar el interés general, que debe ser preservado, de la suma de intereses territoriales, igualmente legítimos pero que han de ser conciliados entre sí.

En otras palabras, la Ejecutiva y el comité federal del PSOE no pueden ser agregados territoriales ni funcionar en esta dimensión: su papel consiste en impulsar las grandes políticas, a partir de una visión superior e integral del Estado. Sin perjuicio de que exista un consejo territorial que, según los estatutos vigentes, "es un órgano federal al que corresponde informar y evaluar las políticas del partido que afectan a la cohesión territorial y a las relaciones entre las comunidades autónomas y entre éstas y el Estado". Dicho órgano es convocado por el secretario general con carácter ordinario una vez cada dos meses y , de forma extraordinaria, cuando las circunstancias así lo aconsejen, y está formado por el secretario general y los secretarios de organización y asuntos autonómicos, los secretarios generales de las autonomías, los presidentes autonómicos, el portavoz en el Senado y el portavoz en la FEMP.

Todo lo anterior debería vincularse cuanto antes a una actualización de la propuesta de reforma constitucional que ha ido pergeñando el PSOE en los últimos años, y que debe revisar tanto la distribución de competencias entre niveles territoriales como las fuentes y las formas de financiación, los mecanismos de solidaridad interna y sus límites, etc. La irrupción de Podemos, una formación en cierto modo antisistema, en el panorama parlamentario ha frenado en seco cualquier iniciativa en tal sentido, pero la inhibición no puede ser eterna: la disfuncionalidad del Estado autonómico, que en Cataluña está adquiriendo proporciones inquietantes, es sólo una parte de lo que debe reformarse de una carta magna que, se quiera reconocer o no, mantiene en gran medida su vigor pero sufre inexorablemente los achaques de la edad y necesita una intensa cura de rejuvenecimiento.

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