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Ingenua confesión

Leo unas declaraciones de Pedro Quevedo, el parlamentario de Nueva Canarias, un partido nacionalista que se autotitula de centro izquierda fundado por Román Rodríguez (expresidente de la comunidad autónoma), que en las elecciones de 2015 y 2016 se ha presentado en coalición con el PSOE (en las de 2011 lo hizo con Coalición Canaria). En sus manifestaciones, Quevedo está exultante porque esta semana se reúne con la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y con el ministro de Hacienda, Montoro, para negociar las contrapartidas a su apoyo a los Presupuestos Generales del Estado. Como es sabido, su voto es indispensable con los actuales equilibrios parlamentarios, y Quevedo ya ha dado a conocer su "precio": por encima de los 400 millones de euros en atenciones al archipiélago (algo menos de lo que ya consiguió Coalición Canaria en un parecido regateo) y cambios en el estatuto de autonomía para modificar la legislación electoral del archipiélago, que prima en exceso a los territorios sobre las personas.

Quevedo se ha hecho tan famoso y su posición aislada resulta tan funcional que este hasta hace poco desconocido (fuera de Canarias) diputado presidirá también la comisión de investigación creada para investigar la financiación ilegal del PP: su nombre ha suscitado el consenso necesario para tan delicada misión. No es extraño que ese tal Quevedo, anonadado por un porvenir tan fausto, haya declarado pletórico de gozo y con conmovedora ingenuidad que "si no hubiese nacionalismo, habría que inventarlo". ¿Cómo haríamos si no para chantajear a las instituciones centrales que representan a todo el Estado?

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