El candidato del Partido Socialista francés, Benoît Hamon, elegido en rigurosas elecciones primarias, obtuvo en la primera vuelta de las presidenciales el 6% de los votos. Lógicamente, el representante del partido que había arrasado cinco años antes y que había elevado a lo más alto a François Hollande al frente de una cómoda mayoría absoluta, se daba por desaparecido. Ha sido la "pasokización" del PS, la desaparición del centro-izquierda tradicional como antes había sucedido con el Pasok griego, que sigue por cierto sin reaparecer.
Lo curioso es que quien ha asestado la puntilla al PS no ha sido esta vez un populista -Mélenchon competía en otra liga- sino un personaje surgido de la cantera del propio partido. Macron, un político de centro-izquierda con relevantes dotes intelectuales y sobre todo con la conciencia clara de lo que está pasando, fue ministro de Economía de Hollande, y ahora ha sido quien ha sabido ponerse al frente de unas demandas sociales europeístas y modernizadoras que ni Hollande ni el aparato socialista le permitieron atender durante su paso por el gobierno.
En definitiva, el PS ha fracasado en la selección de sus líderes y en la detección de la línea correcta de avance. Los partidos clásicos son tan oligárquicos, están tan cerrados, se resisten tanto a la renovación y al cambio, que quien quiera avanzar debe muchas veces hacerlo desde fuera. Valls, otro político innovador, "ha abandonado también el funeral del PS" -este ha sido el titular de La Vanguardia-, y ambos tratarán de recuperar un aliento que el dentro derecha y el centro izquierda tradicionales habían ahogado completamente.
