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Norberto Alcover

Para salvarse de las aguas

Algunos lectores y lectoras me han hecho llegar su sorpresa tras el artículo de la semana pasada, titulado "Cuando todos los ríos confluyen". Me preguntan si habrá alguna respuesta positiva a la situación descrita, que, en opinión de un buen amigo, "casi es apocalíptica". Para nada pretendía tales reacciones, puesto que solamente transcribía lo que constituye una de mis preocupaciones sustanciales en los momentos que vivimos. Y conmigo está mucha gente de ámbitos diferentes, o, mejor, yo estoy con ellos y ellas. Nos asusta cuanto vemos. Y nos parece urgente denunciarlo. En mi caso, lo escribí haciendo uso de una tormenta que produce un subidón de los ríos, de tal manera que todos ellos, sin excepción, confluyen en el mar, hasta provocar una marejada que choca contra la costa y la destroza. Todos contemplamos cuanto sucede. Todos constatamos el desastre. Pero apenas movemos un deseo para evitar tanta desazón personal y tanto destrozo ambiental. Solamente, cierro el texto.

Es evidente, tras el final del anterior artículo, que estamos en un "tiempo de valientes". Hablo de valentía estructural y no menos de valentía moral. Valentía, decisión, capacidad de riesgo y sufrimiento para enfrentar adversidades como las descritas, y que ya se han hecho endémicas en nuestras sociedades. Valentía para ser tachados de revolucionarios inconscientes, de esclavos de nuestra utopía., de protagonistas de medidas solamente destructoras del orden establecido. Está claro que los dueños de la estructura dominante no permitirán, sin más, el progreso de medidas que puedan poner en jaque su predominio histórico. Intentarán impedirlo como sea, exactamente igual que siempre ha sucedido. Ante cualquier cambio, profetas de calamidades. Ante el progreso, reticencias del pensamiento dominante. Ante cualquier noticia de innovaciones, contranoticias de peligros inherentes a cualquier novedad. Si somos valientes a título personal y también a título corporativo, nos complicarán la vida. Como es lógico prevenir. Siempre he dicho que a Jesucristo le sucedió en su momento, y la historia civil y cristiana está llena de personas que dieron su vida, su honor y su riqueza por ejemplificar actitudes contrarias a la opinión pública, siempre inducida desde el poder de todo tipo. Pero sin valentía, nada hay que hacer. Pequeñas y grandes valentías, claro está. No todos somos héroes.

Y junto a la valentía, como es evidente, la creación de un ideario de "transformación posible". Posible puesto que no se trata de eliminar cuanto está en pie, sería un suicidio absoluto. Se trata, por el contrario de revolucionar desde adentro de lo que ya existente, procediendo con una "forma de transformación nuclear" de los principios que ahora sostienen el entramado inhumano en que nos movemos. Muchos ya lo intentan, pero al colocarse en los márgenes del sistema, ese mismo sistema los acaba por lanzar completamente a las afueras del futuro. Sin una ideación desde adentro, sin una propuesta de transformación de la sociedad desde esta misma sociedad, seremos eliminados desde todos los ángulos posibles. Pensar lo contrario es un sueño lleno de vanidad y de soberbia histórica. Otra cosa es que no sea nada grato ni escribirlo ni vivirlo en concreto. Pero la vida humana procede de esta manera€salvo que sobrevenga alguna glaciación que lo paralice y modifique todo. Y uno piensa que no es deseable. El pasado nos enseña que la demolición nunca es constructiva. Precisamente, celebramos ahora mismo el centenario de la Revolución de Octubre€

Para evitar que la tormenta convierta los ríos en autopistas destructivas de agua incontenible, no basta con remodelar sus cauces: habrá que preguntarse en dónde nacen y cómo avanzan. De la misma manera que el mar embravecido no se elimina con muros de hormigón: se consigue evitando que los ríos alcancen el mar de forma estruendosa y feroz. Siempre hay que ir a las causas últimas. Siempre hay que ser valientes para enfrentar los orígenes del mal. Y además idear alternativas posibles a los cauces actuales, para conseguir que las consecuencias de la tormenta no se reproduzcan. Solamente una "ideación valiente" hará posible eliminar la destrucción. Como siempre ha sucedido. Lo demás es una suerte de "arreglo perentorio" que solamente agrava los males. Una vez más, los fuertes e inteligentes tienen el futuro en sus manos. Lo sabemos todos.

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