Diario de Mallorca

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El maltrecho reino vegetal

Cuando aún sigue dando problemas el dichoso Rhynchophorus ferrugineus, que diezma las palmeras de nuestro paisaje y desmocha las mejores perspectivas de la ciudad ay, aquellas hermosas hojas verdes que enmarcaban la bahía, vista desde mi balcón de El Terreno, otro enemigo viene a cebarse en los árboles baleares. Tras diez años de lucha contra el picudo rojo, únicamente en Canarias han comenzado a erradicarlo gracias a un desembolso de nueve millones de euros. En cuanto a Mallorca, se acerca a seis mil el número de palmeras taladas tras el ataque del escarabajo. Se sabe el origen primero del desastre que afecta a todo el territorio nacional, y también, para vergüenza de muchas administraciones, la desidia que permitió abrir las puertas a un peligro ya entonces conocido (así como, me temo, el rápido lucro de más de un genio de la rapiña fácil).

Ahora la plaga no llega de Egipto, sino de América, vía Italia. Más concretamente, vía los olivares y almendrales del sur de Italia. No la trae un coleóptero sino una bacteria que parece bautizada por un lord inglés: la Xylella fastidiosa. Ésta, como algunos antibióticos, es de amplísimo espectro; así, en Taiwán le da por los perales y las viñas, mientras que en el Mediterráneo prefiere los cítricos, almendros, olivos, cerezos, acebuches y adelfas, aunque tampoco se salvan los árboles y plantas ornamentales. El resultado no es tan fulminante como el que produce el picudo rojo, pero la Xylella, asociada con ciertos hongos, ocasiona un deterioro que termina matando; además se transmite con facilidad a través de los insectos. La prevención, el mejor de los remedios, nos pilla tarde, pues la Xylella habita ya entre nosotros. Otra vez se recomienda control férreo, cuarentena y adquirir material de procedencia conocida y autorizada. Lo peor es que el tratamiento químico no tiene buen pronóstico y que la solución menos agresiva pasa por eliminar, como poco, los árboles afectados y la vegetación circundante. Cuando se introduce y establece en una zona, la Xylella no se detiene más que con medidas drásticas.

El año pasado, siguiendo el protocolo de la Unión Europea, en la provincia italiana de Lecce se destruyeron plantaciones enteras de olivar: más de un millón de ejemplares, en muchos casos de antigüedad centenaria. La situación fue tan dramática que se llamó a la Xylella "el ébola del olivo". Hoy el debate entre erradicación y contención agita el horizonte de Mallorca, y se oyen voces que pretenden sacrificar la isla, con compensaciones de fondos europeos, para evitar que la bacteria se traslade a la península. A la espera de una decisión definitiva, una se acuerda de los Ents, aquellas gigantescas criaturas tolkenianas, pastores de árboles, capaces de ponerse en marcha muy despacio, eso sí con el fin de ajustar cuentas con Saruman. En vista de lo mal que los defendemos los humanos, estaría bien que los propios árboles se movilizaran; no digo para atacarnos, pero sí, al menos, para huir. No les queda otra salida.

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