Diario de Mallorca

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Aznar y López ha vuelto a lanzar una invectiva contra el gobierno y el Partido Popular, que le da soporte. Desde la plataforma FAES no tiene otra, hostiga a su partido y a Mariano Rajoy en cualquier ocasión que se le presenta. En general el señor Aznar gusta poco, su talante autoritario, su tono deslenguado y su resentimiento indisimulado le proporciona escasa adhesión. Seguramente piensa que su partido, al que él llevo a la gobernanza del país y, cuya gestión durante ocho años consiguió un desarrollo económico importante, no le da el reconocimiento que él cree se merece. Al parecer, Aznar, no se ha enterado, todavía, que hay pocas actividades tan desagradecidas como la política. Una persona al morir empieza a descomponerse y a oler mal a las veinticuatro horas, un cadáver político apesta al minuto de haber perdido el poder. Es recomendable que quien entra en el juego de la política tenga esta especulación interiorizada.

Aznar la ha tomado con Rajoy y no pierde oportunidad para manifestar su discrepancia olvidándose que en el año 2010, Mariano, como le llamaba todo el mundo, fue designado sucesor en virtud del poder derivado, entonces, de su dedo, fue el dedazo designatorio e indiscutido quien situó a Rajoy en la Moncloa, en contra de la opinión generalizada. Un reciente artículo de Daniel Capó en Diario de Mallorca cita al premio Nobel Joseph Brodsky y dice que la parte más peligrosa del cuerpo es el dedo índice, apéndice utilizado con profusión por Aznar. José María Aznar ya fuera de la Moncloa y con cesionario a su gusto, se libró del estrés que produce estar fuera del poder haciendo dos mil abdominales diarios o mesándose el bigote. Pero tardó poco en incomodarse por la forma en que el nuevo gobierno hacia su tarea sin consultarle, ¡la vida es así! Se le fue agriando el carácter y empezó a perder las formas, si alguna vez las tuvo. Me contaba en cierta ocasión Felipe González que cuando llego a la Moncloa mantuvo muchos contactos con su antecesor, Adolfo Suarez y que cuando Aznar le sucedió en la presidencia no le llamó por teléfono jamás, ni para preguntarle algo relacionado con el gobierno del país.

Durante el primer año, después de dejar el cargo, ya tuvo un incidente con los estudiantes de la universidad de Oviedo, que con razón o sin ella, le cuestionaron algo relacionado con su gestión al frente del gobierno y él respondió haciéndoles una "peineta", levantó el mismo dedo con el que había designado a Rajoy nuevamente el dedo. Gesto grosero ante una incidencia de muy bajo calibre que refleja un talante mal educado y de poco encaje político, poca cintura a pesar de sus dos mil abdominales diarios. Ahora ha lanzado una andanada contra el ejecutivo haciendo prácticamente una enmienda a la totalidad de la gestión gubernamental.

A Aznar hay que reconocerle, también, por supuesto, algún comentario acertado. Ha hecho, entre otras, las siguientes admoniciones: "Rajoy ha subido los impuestos y a la vez ha incumplido el compromiso sobre el déficit público", cierto; que "superar el 100% del producto interior bruto es un problema del que no será fácil salir", esto es así; y, ha completado estos asertos diciendo que "el precio de la deuda no lo pone quien la emite sino el mercado y este es imprevisible, no siempre se mantendrá a los actuales precios" está claro. También ha dicho que "impuestos altos y deuda son lo contrario del círculo virtuoso en que la economía española debe anclar su crecimiento". Estas aseveraciones son inobjetables. Sus opiniones a veces atrabiliarias no son compartidas por la mayoría de analistas políticos, pero en esta ocasión hay que decir señor Aznar, en esto, tiene usted toda la razón.

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