Tras el 26J, Podemos ha dado escasísimas señales de vida ideológicas en el panorama español y/o en el Parlamento. Su escasa pericia parlamentaria, lógica por su bisoñez, le está impidiendo a todas luces anotarse los frenos y contrapesos que la nueva situación impone a la formación gubernamental, embridada por Ciudadanos y condicionada severamente por el PSOE, que, aunque descabezado y en precario, mantiene por inercia sus posiciones habituales frente a la opción conservadora.
La inacción de Podemos se debe sin embargo sobre todo a las indefiniciones internas, que no se han resuelto porque encierran una conocida contradicción que ni siquiera está siendo últimamente explicitada, como si sus protagonistas temieran que la tensión se convirtiera en estallido: como se sabe, tras el 20D (y sus discretos resultados para Podemos), Iglesias forzó el pacto con Izquierda Unida para dar lugar a Unidos Podemos, en contra de la opinión de Errejón y sus seguidores intelectuales, que no entendían cómo podía conciliarse la pretendida transversalidad de la formación populista emergente con una alianza con el anacrónico Partido Comunista que todavía late bajo el camuflaje de IU. Con la particularidad de que el ensayo forzado por Iglesias en pintoresca colaboración con Julio Anguita fracasó el 26J en las urnas: Unidos Podemos obtuvo bastantes menos electores que los que habían logrado por separado Podemos e Izquierda Unida, y el pretendido sorpasso de esta nueva formación con respecto al PSOE no se produjo.
Este es el asunto que actualmente late bajo la superficie de la confrontación interna que vive Podemos. Iglesias quiere que su partido sea una formación radical de izquierdas? Es decir, quiere que sea una especie de Izquierda Unida modernizada y mejor concebida, que postule un nuevo régimen surgido de un proceso constituyente. Su influencia en la calle habría de ser tan importante y creativa como la que pueda lograr en las instituciones?
La posición de Errejón y los suyos no es en absoluto "complementaria" con la mencionada sino antinómica y probablemente incompatible. Como ha escrito Luis Alegre, el objetivo de Podemos de convertir la pretendida mayoría social que supuestamente posee en poder político requiere "dejar de jugar en los márgenes de un eje ya dado (en los que solo se puede aspirar a un resultado marginal)". Si se quiere "ganar el partido", no se trata "solo de jugar bien sino de ante todo de pintar de otro modo las líneas del campo". Y es preciso reconocer "que hay asuntos centrales que generan indignación generalizada y transversal a identidades políticas muy diversas, y que es imprescindible disputar si se quiere construir un pueblo con una mayoría social de cambio". La cita está tomada del prólogo del conocido libro de Carlos Fernández Liria "En defensa del populismo", en el que se afirma, entre otras aseveraciones, que hay que recuperar el contenido de las palabras de la democracia burguesa emanadas de la revolución francesa (libertad, democracia, derecho?).
En definitiva, Podemos no podrá seguramente buscar terceras vías de conciliación en el Congreso de Vistalegre de febrero: tendrá que hacer definiciones e inclinarse por una de las dos opciones que compiten (no colaboran) en el interior de la organización, dando por cierto que los Anticapitalistas se inclinarán más bien hacia las tesis de Pablo Iglesias. Del resultado del Congreso dependerá también el equilibrio político futuro: si Iglesias se impone, el PSOE tendrá a su disposición todo el espacio de centro-izquierda para recomponerse, con el único límite de la izquierda radical, que tiene en este país la dimensión que tiene. En caso contrario, si Errejón consigue imponer su concepción transversal de Podemos, las otras tres grandes organizaciones estatales deberán ponerse en guardia ante la amenaza de que el partido emergente capte a muchos de los disconformes con le actual statu quo.