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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

El machismo y sus señales

Escucho a mi pequeña hija: "Mira cuánto salto". "Mira qué bien pinto". "Mira qué bien me sale la voltereta". "Mira, desde aquí arriba soy la reina del mundo". Me pregunto en qué momento esta autoestima a prueba de bombas será pulverizada por la vida misma. En cuanto la niña deje de verse reflejada solo en mis ojos, y pase a recibir todo tipo de mensajes tóxicos sobre quién es y cómo debe comportarse, se acabó la felicidad. Más delgada, más callada, más peinada, menos orgullosa, menos respondona, más previsible. A las mujeres nos colocan una mochila llena de piedras en algún momento de nuestro desarrollo personal, y lo malo es que nos convencen de que en realidad se trata de un bolsito de mano muy llevadero. "Cuando sea mayor comeré chicle y quiero una tabla de surf", expresa mi hija. Si dentro de un tiempo sus deseos cambian y me pide unos zapatos de tacón, un príncipe azul y un disfraz de animadora habrá llegado el momento de hablarle de ese componente del aire que respiramos, una sustancia invisible pero pegajosa que no sale en los libros de ciencias: el machismo. Cuanto antes empiece a captar y rechazar las señales que la sociedad envía para convencerla de que merece menos (salario, apoyo, respeto) que su hermano, y de que para lograr el bienestar ha de gustar al prójimo (te vistes, te mueves y te comportas para otro), mejor para su seguridad y su libertad. El feminismo ayuda a esquivar los golpes, en el pensamiento crítico feminista reside la única protección posible contra la misoginia, una ideología organizada e imperante que menosprecia, amenaza y extermina a las mujeres por el hecho de serlo. En mi adolescencia, los colectivos femeninos idearon una campaña cuyo lema rezaba "no te cortes, da más cortes". Invitaba a las chicas a reaccionar contra los comentarios babosos, los toqueteos, las situaciones de control excesivo. A detectarlos y ponerlos en evidencia. Voy a enseñar a mi hija a pegar cortes como quien aprende álgebra. En casa, nuestra tercera lengua va a ser la lengua larga y afilada contra la estupidez patriarcal. Y seguro que mi hijo también va a disfrutar de esta formación, y va a hacerse mejor persona.

Mañana se celebra otro día internacional contra la violencia sobre las mujeres. Los miles de denuncias por malos tratos y las asesinadas representan el fracaso en la lucha contra el machismo en su faceta más violenta. Seis muertas en Balears este ejercicio con una presidenta al timón y un Govern paritario en la superficie, que no en el fondo: el mensaje feminista no se ha fortalecido en absoluto. El feminismo de salón ya no nos sirve, hay que llevarlo a la práctica cuando se dan los votos y las circunstancias para ello. Lisa Jane Little, 49 años, estrangulada por su marido en Calvià. Victoria Sard, 19 años, asesinada por su novio condenado por malos tratos en Son Servera. Lucia Patrascu, 47 años, apuñalada por su marido en Pollença. Xue Sandra Saura de 32 años, quemada viva por su marido en Alcúdia. Ada Graciela Benítez, de 34 años, apuñalada por su expareja en Eivissa. Celia Navarro, 56 años, estrangulada y golpeada por su esposo en Palma. No supieron interpretar las señales de la amenaza que se cernía sobre ellas, no les habían enseñado a alejarse del peligro. O tal vez sí. Dos horas antes de morir, Lucia Patrascu quiso denunciar a su asesino ante la Guardia Civil, que no le hizo caso. El cuerpo lleva medio año en una investigación interna, y el Govern no se persona en la causa judicial que busca responsabilidades. Una delegada del Gobierno mujer acaba de premiar a la Guardia Civil por su lucha contra la violencia de género. Insultante. Absolutamente decepcionante. Les da miedo pegarle un corte al machismo institucionalizado, y con miedo nunca se erradicará esta lacra.

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