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José Francisco Conrado de Villalonga

Una nueva política disruptiva

La crisis política, y, la descomedida inestabilidad institucional que vive el país, han llevado a la ciudadanía a la desafección, ya harta de políticos, de partidos, de elecciones. Un electorado "cabreado" y ya no se sabe con cuál más. La última encuesta del CIS refleja una animadversión y una desconfianza sin precedentes hacia la España oficial y un creciente crédito y confianza en la propia sociedad civil. Cuando se pregunta por cuáles son las principales preocupaciones destaca la inquietud por el comportamiento de la clase política - con razón-. La gente está contra todo y la causa de esta animosidad hay que buscarla en el espectáculo político, casi pornográfico, que desde hace un año se está ofreciendo a los ciudadanos.

Por si un año sin gobierno no fuese suficiente anómalo, ahora la implosión del partido socialista -que no es asunto banal-, puede tener derivaciones muy serias y consecuencias hoy difíciles de evaluar, pero sin duda serán nocivas para el país. El desastre al que ha conducido el Sr. Sánchez al PSOE de alguna forma está siendo celebrado "por lo bajini" por un Partido Popular sin sentido de Estado y aplaudido insolentemente por Podemos cuya descarada ambición es instaurar un régimen totalitario y radical a costa de los votantes socialitas. La ausencia de una izquierda moderada, socialdemócrata, hará que el espacio que hoy ocupa sea asaltado por un partido político populista y por movimientos asamblearios.

Hay que acabar con la "la vieja política", dicen, y ciertamente sería bueno, ¿pero qué se pone en su lugar? Los políticos en los últimos años se han mostrado con escasa o mediocre formación, los partidos han permitido una corrupción truculenta y sus líderes cuando menos han mirado para otro lado. El pueblo se está rebelando contra el "esta-blishment", contra los partidos tradicionales y contra el sistema, por haber traicionado principios democráticos, programas y propuestas y desconsiderado a la ciudadanía. Hoy no parece que el Congreso de Diputados responda a las necesidades del pueblo sino a los intereses de los partidos y de los propios diputados, por ello no es de extrañar que la popularidad de la Institución y de los diputados esté por los suelos, y la reputación de la política bajo mínimos. Seguir, hoy, un debate en el Congreso interesa menos que acudir a un hospital para hacerse una exploración del aparato digestivo, incluida colonoscopia, o ir al dentista para que hurgue una muela con un torno.

La sociedad ha cambiado y la política no, la estrategia que han seguido los dos grandes partidos ha consistido en mantener la misma derrota que en los últimos 25 años, -que tan bien les ha ido, a ellos, hasta ahora-, sin importarles nada la erosión que han estado infligiendo a una democracia, todavía vulnerable y al conjunto institucional y, ello lo han hecho o permitido, en mejor de los supuestos, con tal de poder seguir ocupando un puesto en el entramado oficial. En las democracias consolidadas todo sucede de forma diferente, el poder político se basa fundamentalmente en la confianza y ésta no se logra con la mera construcción de estructuras de poder y su ocupación, sino con empatía, propuestas ilusionantes y con autoridad moral. Benjamin Franklin decía que resulta insensato hacer lo mismo, una y otra vez, con la esperanza de que suceda algo diferente que les permita seguir.

Ahora más que nunca es necesario rectificar e innovar en la forma de hace política y si es preciso, de forma disruptiva. Clayton M. Christensen, profesor en la Harvard Business School, articuló un su libro "The innovator's Dilemma" la teoría de la disrupción en la empresa. Explica que hay que abrir nuevos caminos para la innovación, con fuerza e ilusión, lo de siempre ya no vale si se quiere ganar en cualquier ámbito de la vida, social, empresarial o político. En el espacio empresarial tuvo un éxito extraordinario. Está claro que disruptivo implica ruptura con los modos anteriores. Es imprescindible abrir nuevos caminos nuevas formas de diálogo, de comunicación, de adhesión y de empoderamiento ciudadano. No olvidemos que el antónimo de disruptivo es inalterable o invariable. Hay que acabar con lo viejo, lo podrido y lo maloliente y proponer algo diferente y creible. La situación esta tan deteriorada que si no se cambia, rápidamente, la forma de hacer política el sistema democrático acabara sufriendo una herida de difícil curación.

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