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De niños y de futuro

Según avanza el partido de la vida, el futuro se considera de formas distintas. Al principio es el terreno de juego al que aún no se ha saltado. Con las reglas sociales bien aprendidas reglas que, según dicen los mayores, garantizan el fair play y un triunfo proporcional al esfuerzo, el joven lo contempla como el ámbito desconocido en que demostrar su valía. Pasado el tiempo, y vistas ya las orejas al lobo de la realidad ese lobo que se merienda las reglas mojadas en el café, se zampa el fair play como aperitivo y es especialista en patadas y agarrones, el futuro adopta rostros diversos. Así, para el optimista es meta y culminación seguras de sus desvelos, mientras que para el pesimista supone un mar embravecido, lleno de peligrosas tormentas, hacia el que se encamina el barco desarbolado de una existencia que escapa a su control. Más tarde el futuro vuelve a vislumbrarse como un campo de juego? donde jugarán otros. Con algo de suerte, durante un tiempo se nos dejará ser utilleros o meros espectadores, pero al final acabarán echándonos del terreno sin que lleguemos a saber el resultado definitivo.

Siempre resulta curioso ver las tendencias que apunta el futuro. Hoy día, entre las muchas que tal vez alcancen largo desarrollo aparte de un porvenir lleno de chefs domésticos que, eso sí, tendrán que cocinar exquisiteces con alimentos transgénicos, me llama la atención el auge de la robótica. Más en concreto, una que va causando furor: la robótica para niños. Una ojeada al mapamundi de Internet y a las asignaturas optativas de buen número de colegios, nos brinda una amplísima oferta para que los pequeños llamados nativos digitales, pasen de ser usuarios pasivos de ordenadores y robots ajenos a convertirse en creadores de sus propios artefactos. Hasta existen productos y cursos para preescolares. La tropa analógica superviviente, que trampea a trancas y barrancas con la tecnología, se queda con los ojos como platos y, a veces, también siente un poco de repelús. Porque a las generaciones que ocupen el terreno de juego dentro de unos años esos niños grandes nacidos entre pantallas, expertos en teclados y universos virtuales, habilísimos cazadores de seres inexistentes, ¿qué les pareceremos nosotros, la tercera edad de entonces? Y es que nada más terrestre y real, más físico y menos aumentado que un anciano. Será cuestión, pues, de adoptar algún rasgo que recuerde a un robot, o un detalle de quita y pon que pase por virtual... Lo que sea para despertar el interés de esas criaturas y que no nos tiren como una tablet obsoleta a las primeras de cambio.

Ayer y hoy se habla de los millones de refugiados y migrantes forzosos del mundo. Mientras se oyen grandes declaraciones de los más altos poderes, pienso en los niños que malviven en los campos de refugiados, que sufren o se pierden en trayectos inhumanos. ¿Qué robot futuro les arreglará a ellos este presente roto?

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