Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mariló Montero es una mujer

Tras la broma que dejó caer Pablo Iglesias, al referirse a Mariló Montero, "la azotaría hasta que sangrase", uno esperaba un aluvión de protestas, críticas, manifestaciones, peticiones de perdón y todo lo que tuviese que ver con el ritual de rigor. Pero, nada, o casi nada. El mismo comentario puesto en otra boca, más o menos conservadora o socialdemócrata, hubiera levantado una más que justa polvareda. Ahora mismo, las feministas poco o nada imparciales estarían pidiendo la cabeza del susodicho. Pero como el bocazas ha sido Pablo Iglesias, resulta que todo el arsenal del feminismo más concienciado ha bajado la mirada y ha sellado la boca. Silencio o, todavía peor, intentos patéticos de justificación ante lo que es una auténtica broma de muy mal gusto, ofensiva a todas luces. Machismo de baja estofa. Uno creía que Mariló Montero era una mujer, y resulta que para algunos no acaba de serlo, vistas las reacciones, es decir, no vistas por ningún lado esas reacciones que todos esperábamos. En fin, ya saben, una condena unánime del ámbito del feminismo contra expresiones vejatorias que animan al maltrato de la mujer. Sí, aunque esa mujer se llame Mariló Montero.

Da bastante vergüenza ajena ese tipo de discurso tuerto, que sólo es capaz de ver con un ojo y creer que su visión es total y limpia, cuando está claro que no puede ser más sectaria. Intentan justificar las detestables palabras de Iglesias aduciendo que se trata de un comentario privado. Bueno, pues ya ven cómo se las gastan en privado y, ahora ya, en público ciertos candidatos a gobernar España. Ni como chiste tiene gracia, incluso tampoco llega a categoría de broma. A no ser que el sentido del humor se nos haya torcido a todos, deformado hasta tal punto que cualquier parida soez nos provoque la típica risa del bobo, la carcajada ruin del palmero, la risita abyecta de quien le ríe a todas horas las gracias al jefe cuando, en verdad, el jefe se comporta de forma lamentable. Está claro que en el ámbito privado uno es capaz de segregar comentarios que, ni por asomo, sería capaz de manifestar en público. De hecho, muchos progres exhiben un discurso impecable, casi santurrón, pero cuando creen que nadie los oye, se les calienta la boca y son capaces de superar al tipo más cerril en cuanto a expresiones infames se refiere. Uno rasca un poco, y resulta que se encuentra con el machista de toda la vida, con el sobrado, con el gañán que rompe las costuras del chalequito de la progresía y en lugar de articular un discurso impoluto, nos sorprende el berrido de toda la vida, ése que busca la risa embrutecida de los colegas, incapaces de discutirle nada al jefe de la tribu. Éstos, por descontado, son casi peores que el boss.

Mariló Montero ha sido vilipendiada hasta la extenuación. Es una periodista que, en múltiples ocasiones, ha metido la pata y ha dicho barbaridades. De acuerdo, pero para combatir esos defectos o esas carencias no hace falta humillar y segregar comentarios altamente ofensivos. Se puede hacer con mucha más gracia, sutileza y maestría, y sin tener forzosamente que ofender no a una mujer en concreto, sino a un ser humano. Se ve que al líder de Podemos le tira el tema sádico, aunque no sea marqués. Y lo que es más triste de todo este asunto: el mutismo de una parte del sector feminista. Habrá que recordarles que las últimas noticias son tozudas: confirman que Mariló Montero sigue siendo, en efecto, una mujer.

Esto en cuanto al silencio de los corderos, porque si hablamos de los comentarios que circulan por la red, entonces el asunto se ensucia mucho más. A estos sujetos no les basta con eso de "azotarla hasta que sangre". Ellos desean más, como si el líder se hubiera quedado corto y se hubiera mostrado, incluso, magnánimo con la víctima. Son los perros de siempre, que quieren carnaza para pasar las tardes tediosas de su infame verano. Entre el silencio de los corderos y la hemorragia de frases infectas perpetradas desde el anonimato, así está la cosa. Y Mariló Montero, insisto, sigue siendo una mujer, en absoluto defendida por el grueso de las feministas patrias, olvidada por quienes vigilan cualquier comportamiento ofensivo o vejatorio en contra de la mujer y que no suelen pasar ni una. Pero, en este caso, las han dejado pasar todas. Su mansedumbre, en este caso, es muy sospechosa. Y lo saben.

Compartir el artículo

stats