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Llorenç Riera

La demanda incentiva la piratería náutica

Si en el campo, el pueblo y la ciudad se alquila todo, si las carreteras están saturadas de coches de alquiler y si hasta el Govern admite ya que las playas no pueden sostener la presión humana que reciben, es lógico pensar, por puro mimetismo, que en el mar balear se reproducen los mismos comportamientos. Así es. Lo confirman los datos, las inquietudes y las ganancias del sector náutico. Solo resta por alquilar la sombra de los árboles, de los que no se mueren de sed entendemos, en este verano reseco como pocos.

Los piratas no son leyenda y aventura del pasado. Han mutado para los tiempos modernos con el viento a favor del oportunismo y la picaresca de la condición humana. Hoy navegan cómodos en el revuelto, pero placentero para el negocio turístico, mar balear.

La alta demanda ha hecho que todas las embarcaciones alegales de chárter marítimo leven anclas y suelten lastre. Hay mar para todos, tanto que incluso bastantes particulares se ponen al timón de la ganancia fácil del paseo en barca y que las empresas extranjeras con patente fiscal en países de conveniencia montan su pequeña delegación en Balears, con el pretexto de la reparación y el mantenimiento de las embarcaciones, que en realidad no es más que la tapadera de sus yates pirata que operan desde Balears.

Pero no hay temporal de competencia y denuncia entre yates regulados y alegales. Las aguas están mansas porque, por lo menos en esta temporada, hay pesca de superficie, en forma de recreo turístico, para todos.

Las empresas regularizadas tienen a más del 80% de su flota en actividad, lo cual ya permite incrementar las ganancias por lo menos en un 5% con respecto al verano pasado. El sector regular puede sumar hoy en Balears unas dos mil embarcaciones a las que hay que añadir otras mil de procedencia irregular. Hay negocio para todos. Tanto que con él también se despierta el apartado de contratación de personal necesario para trabajos técnicos y de mantenimiento. En este apartado concreto, el laboral, se cuenta con la alianza de la Administración pero habrá que admitir que, en términos generales, la situación está más bien a la deriva en cuanto a seguridad, legalidad y obligaciones fiscales. El mar no es tierra firme y por tanto mucho más peligroso en todos sus extremos, incluido el del negocio turístico.

Un día decrecerá la alta demanda de este 2016 y en el sector del recreo comercial y turismo náutico, cual playa hostil castigada por el temporal, quedarán los cascotes de la competencia desleal y de la falta de regularización administrativa íntegra. Conviene tenerlo previsto, disponer de un salvavidas de normalidad suficiente para evitar un naufragio que, de producirse, sin duda acabaría perjudicando a todos. La placidez actual impide detectar el verdadero mar de fondo.

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