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Antonio Papell

Pactos de gobierno

Los cuatro grandes partidos han asegurado a los electores -en el debate del lunes y fuera de él- que no habrá nuevas elecciones, pero de momento no se atisba en el horizonte más voluntad de pacto que antes. Las posiciones están a la vista, pero no está de más enumerarlas: el PP propone la gran coalición con el PSOE, consciente de que probablemente no le bastaría para gobernar el entendimiento con Ciudadanos, pero también manifiesta que lo lógico es que se deje gobernar a la lista más votada. Podemos, que aspira al segundo puesto del ránking estatal, pretende que el PSOE le secunde y le sirva de muleta. Ciudadanos se brinda a facilitar la gobernabilidad tanto por su izquierda como por su derecha, y el PSOE, que ha dicho claramente que no llegará a acuerdo alguno, por acción o por omisión, con el PP, lanza potentes dardos contra Podemos y, por boca de Jordi Sevilla, ha enunciado por Twitter la idea de que, si no se consigue un pacto más amplio, se deje gobernar al "candidato que consiga mayor apoyo parlamentario".

La tesis de Sevilla es razonable, y desde luego tiene más sentido que la de Rajoy, ya que en un modelo pluripartidista la mayoría relativa no tiene entidad ni significado. Tal fórmula hubiera permitido gobernar a Sánchez tras el 20-D si hubiera sido pactada previamente o si la hubiera admitido el PP o Podemos, lo que no sucedió. El enunciado de Sevilla, que evidentemente es un globo sonda del PSOE, ha irritado a Pablo Iglesias, quien ha manifestado que, a su juicio, sería una estratagema de los socialistas para no apoyar a la coalición populista-comunista y permitir gobernar a Rajoy€

La situación no se entendería si no se viese que en el mapa político a cuatro hay una fractura determinada por el criterio de constitucionalidad. Pese a la moderación de que hace gala Podemos, e incluso su socio comunista de coalición, con claros fines electorales, es evidente que la formación de Iglesias, que no oculta su procedencia ideológica -Laclau, Gramsci-, no siente demasiada simpatía por la Constitución vigente, a su juicio "burguesa" y desfasada. Hay ya bastante bibliografía que corrobora esta afirmación. En otras palabras, la resistencia del PSOE a apoyar a Podemos, a formar incluso una coalición con este partido y/o a hacer posible que Iglesias sea presidente del Gobierno no es ideológica sino sistémica. El PP, Ciudadanos y el PSOE no polemizan con la Carta Magna, aunque los dos últimos apuestan por una reforma profunda que la modernice; Unidos Podemos, en cambio, no disimula su disconformidad con ella ni su deseo de abrir un nuevo proceso constituyente, con el argumento de que muchos electores de hoy ni siquiera la votaron. ¿Deberían los norteamericanos abolir su venerable Constitución bicentenaria porque ninguno de los ciudadanos vivos de aquel país la votó, obviamente?

Mucho se ha hablado de las diferentes estrategias que adoptará el PSOE si queda segundo o si se produce el sorpasso, en escaños y/o en votos. En el primer caso, intentará probablemente repetir la estrategia posterior al 20-D, formar alianza con C´s e intentar obtener el apoyo de Podemos. En caso contrario, no es verosímil que apoye a los populistas para que gobiernen porque eso supondría una traición a sus vínculos constitucionales y su hundimiento en la irrelevancia.

Estas son las ideas clave que seguramente orientarán las políticas de pactos tras el 26-J. Con la particularidad de que es posible que cualquier solución que se adopte -y habrá que adoptarla porque es impensable una tercera convocatoria electoral- requerirá, muy probablemente, alguna renuncia personal que facilite las aproximaciones.

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