Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cuadrando círculos

Cuando era niña, una de mis mayores ilusiones era tener un perro. Un cachorro que me hiciera compañía en mis solitarios ratos de juegos en casa, irremediables al no tener hermanos. No fueron pocas las veces que lo pedí: era una demanda recurrente en cumpleaños o Reyes Magos. Cuando me enfadé porque nunca llegaba, mi madre me sentó a la mesa. Un perro no es un juguete. Si lo tenemos en un piso hay que sacarlo a pasear varias veces al día. Alguien tiene que darle de comer y llevarlo al veterinario. ¿Podía hacer yo todo eso a la vez que iba al colegio? ¿Quién tendría que encargarse del perro entonces? Fue sólo una de las maneras en que me enseñó lo que era la responsabilidad. Si no puedes hacerte cargo de los compromisos que acarrean las decisiones que tomas, es mejor no tomarlas.

Recordaba sus lecciones a raíz de las propuestas del ayuntamiento de Palma para descongestionar el centro de la ciudad de turistas. Lo cierto es que, ahora que empieza el buen tiempo, empieza a ser misión imposible para quienes quieren transitar por algunas de las principales calles al ritmo que exige el trabajo no tropezar con montones de guiris que, como es natural, pasean mucho más relajados. Son las molestias que debemos sufrir los residentes de una isla cuyo motor económico es y seguirá siendo el turismo.

Pero ahora resulta que Cort se ha propuesto reordenar el flujo de visitantes. Por eso los llevará directamente desde el crucero hasta la plaza de España. O diseñará nuevos itinerarios, que pasan por unos jardines de Marivent aún no abiertos al público. Porque los turistas tendrían que descubrir otros atractivos de la ciudad más allá de La Seu, el palacio de la Almudaina, la Lonja o el castillo de Bellver. Y una se pregunta si quienes nos gobiernan han pasado por alto que son extranjeros, pero no son tontos.

Hagan ustedes un ejercicio de imaginación: tienen familia, pareja o amigos, trabajo e incluso vacaciones y dinero suficiente como para irse una semana de crucero. Deciden visitar Roma, por ejemplo. Con una guía turística o con Google al alcance de todos, es muy probable que, si pasan ocho horas si no son cuatro en la ciudad eterna, no vayan a perderse el Coliseo o San Pedro del Vaticano. Por mucho que el ayuntamiento decida que deben desembarcar en la otra punta de la ciudad. Y se empeñe en que conozcan ustedes "la otra Roma". Que probablemente sea asimismo interesante, pero no sustituye a ninguno de sus emblemas.

Pues bien: lo mismo ocurre aquí. Palma está congestionada, sobre todo, los días que llegan cruceros. Sin embargo, es absurdo e infantil pretender que quien tiene cuatro horas antes de que su barco vuelva a zarpar deje de ver la catedral. Intentar hacernos creer que porque el autobús les deje un kilómetro más lejos o se les proponga una visita guiada a son Gotleu o a son Cotoner van a olvidarse de una joya del gótico mediterráneo que mira directamente al mar es un insulto a la inteligencia.

La Real Academia define ocurrencia como "idea inesperada, pensamiento, dicho agudo u original que acude a la imaginación". Una tiene la sensación de que nos dirigen a base de ocurrencias. De ideas fantásticas paridas por un grupo de asesores a un módico precio y que responden únicamente a un titular en la prensa. Que algún descerebrado se entretenga haciendo pintadas con el lema "Tourists go home" en edificios históricos del centro de la ciudad seguramente sea noticia y no sólo aquí. Pero la respuesta de las instituciones no debería ser un plan digno de Pepe Gotera y Otilio cuán universales siguen resultando los chapuzas de Ibáñez con el que supuestamente lograremos la cuadratura del círculo.

Hacerse adulto significa asumir las responsabilidades de las acciones propias. Y, si no son aceptables, tratar de corregirlas. Mi madre consiguió siendo yo una niña que entendiera que no podíamos tener un perro en determinadas condiciones. No veo por qué ahora el alcalde pretende que crea que es posible conjugar los beneficios económicos de un alud de turistas en mi ciudad sin sufrir ninguna de las consecuencias negativas de la masificación. Como si se les pudiera distraer para que se olvidaran de lo que tenían pensado ver en Palma. Gobernar implica salir de los mundos de Yupi, de Disney, de una Arcadia feliz en que nadie molesta a nadie y turistas y residentes bajamos alegremente cantando y brincando las colinas de La casa de la pradera. Supone decirnos claramente que, si queremos el dinero que traen, es necesario soportar las aglomeraciones. Si, por el contrario, preferimos la tranquilidad, el precio a pagar es renunciar a nuestra principal fuente de ingresos o a una parte de ella. Sinceramente, si con ocho años fui capaz de comprender que en esta vida no se puede tener todo sólo porque uno se empeñe en ello, resulta incluso ofensivo que nos gobiernen como si siguiéramos siendo niños.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.