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Ocio y respeto en Palma

Buscar el origen de las cosas suele ser una buena manera de comprenderlas. Si nos referimos a las palabras, la ciencia que se dedica a ello es la etimología. "Civismo" proviene del latín "civis", que significa ciudadano, es decir, alguien que vive en la "civitas" o ciudad. Se define como el comportamiento respetuoso del ciudadano a las normas de convivencia pública. Normas que no son necesariamente leyes y cuyo incumplimiento no supone obligatoriamente sanciones. Aunque también. Podríamos decir que el civismo es aquello que el hombre ha desarrollado para hacer más o menos soportable la vida junto a sus semejantes. Y que a la vez le distingue de los animales. Se basa en la buena educación, el respeto y el sentido común. Básicamente, consiste en no hacer al vecino lo que nos desagrada a nosotros. Respeto, normas o educación han llegado a parecer hoy en día conceptos trasnochados, inútiles e incluso carcas. Hasta que nos toca soportar la falta de ellos en nuestras propias carnes.

No es casualidad que civismo y ciudad sean de la misma familia de palabras. Si uno vive solo, aislado en el campo, muy probablemente no necesite observar comportamientos cívicos porque, más allá de las molestias que se acarree a él mismo, sus acciones no tienen consecuencias en los demás. Sin embargo, cuando uno vive rodeado de montones de gente, el día a día se hace insoportable si no se respetan estas normas de convivencia. De ahí la polémica alimentada de manera más o menos artificial por parte de algunos medios de comunicación que ha surgido recientemente con el Tardeo. Una controversia que no es nueva. Todos recordamos los problemas de coexistencia entre vecinos y bares en La Lonja, o en sa Gerreria con la Ruta Martiana.

Para ponerles en situación, el Tardeo es un fenómeno que llegó a Palma hace algo más de un año, que consiste en trasladar la marcha nocturna a la sobremesa del sábado. Empezó en el barrio de Santa Catalina, pero ya se ha extendido a muchos pueblos de Mallorca de hecho, en algunos de ellos las fiestas por la tarde en Pascua o el día de Navidad no son ninguna novedad y también a otros barrios de la ciudad, aunque con menor intensidad. La edad de los tardeantes oscila entre los treinta y los cincuenta años. El horario permite a los padres de familia dejar a sus hijos al cuidado de otros durante unas horas. Y al resto aprovechar el domingo y dormir las horas necesarias, que ya tenemos una edad. Una tendencia que existe desde hace años en muchas ciudades españolas a ver si no qué ocurre en el madrileño barrio de La Latina los domingos. Y europeas. Que tanto quejarnos de la falta de racionalidad de los horarios españoles comparados con los de nuestros vecinos y ahora resulta que cuando adaptamos el ocio a unos tiempos más sensatos también hay que protestar.

Los vecinos, sin embargo, parece que sufren molestias: ruidos por la concentración de gente, insensatos que orinan y vomitan en los portales o muchos que beben en la calle, dejando vasos y botellas sin recoger. Unos comportamientos absolutamente injustificables desde cualquier punto de vista. Sin embargo, desgraciadamente no distan mucho de los que se ven obligados a soportar los que habitan cerca de un campo de fútbol, o de una sala de conciertos. Y no está de más recordar que todos aunque intentemos elegir una zona tranquila tenemos que sufrir estoicamente la mala educación de los demás. Por ejemplo, vivir encima de un supermercado puede convertirse en un suplicio. Muchos piensan que es buena idea sacar a pasear al perro a la vez que hacen la compra. Sin tener en cuenta que el chucho en cuestión puede pasarse los veinte minutos que ellos llenan el carro ladrando. Fastidiando la siesta o la película a los demás.

Los comportamientos incívicos no son exclusivos de los jóvenes y no tan mozos borrachos. Todos o casi todos, no querría aquí poner una mácula a quienes están siempre piedra en mano libres de cualquier falta hemos sido alguna vez unos cafres. Aunque sólo sea porque no hemos tenido en cuenta los efectos de nuestro comportamiento en el bienestar de quienes nos rodean. Para los bárbaros por afición existe el control policial. Una de las falacias más comunes es la que toma la parte por el todo. Parece que el ayuntamiento ha entendido que no puede culpar a empresarios que cumplen la ley no permiten sacar bebidas fuera del local, e intentan que quienes esperan fuera del local no molesten a nadie de las actitudes asilvestradas de unos pocos. Sería igual de insensato que increpar a cada uno que vea con un perro y una bolsa de la compra. Desafortunadamente, ya es tarde para que algunos entiendan lo que es el civismo. Lo que sí podemos evitar es que paguen justos los hay que vamos al Tardeo desde que empezó sin molestar a nadie por pecadores. Hay que demostrar que hemos aprendido de experiencias pasadas y conjugar de una vez una propuesta de ocio que dinamiza la ciudad y le da vida con el derecho de los vecinos al descanso y a mantener su casa en condiciones.

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