Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Teoría y práctica

Salvo golpe de efecto en tiempo de descuento, y a falta de ver cómo se conduce en la vida real, la nueva política nacional española ha demostrado algo: no se le da bien el consenso. El dato no es ni bueno ni malo. Se puede ser así como se puede ser rubio. Pero parece claro que los nuevos aires políticos son asertivos y tienen la autoestima muy bien puesta. La receta clásica del ceder cada cual un poco (receta que también se recomendaba en asuntos amorosos cuando la pareja iba en serio) parece no regir para esta generación, más que sobradamente preparada, que rezuma másteres, erasmus y títulos en varios idiomas. Por lo visto se acabó el encontrar un terreno intermedio, el renunciar todos a algo pensando en que el conjunto resultante sea mejor para el colectivo común. Aquí el "yo" está muy presente, en sentido literal y metafórico. Mis principios son innegociables y todos mis principios son clase AAA+++. No me descarto de ninguno, ni dejo alguno para más tarde. Yo soy yo y mi programa, entero y verdadero. Y si no entra intacto, no entro yo. Es como haber heredado el dormitorio de caoba completo de la tatarabuela y pretender acomodarlo en el cuarto de una VPO.

Nadie dijo que la política fuera fácil. Igual ocurre con el mundo taurino. Cualquiera ve la diferencia que existe entre hablar de la faena del matador de moda y ponerse delante de un toro de más de quinientos kilos para recibirlo a porta gayola. En el ámbito político, el toreo de salón es el arte de los politólogos. Ahí los pases se apuran hasta el límite, la lentitud se hace movimiento detenido, la valentía deja paso a una estética injertada de ballet. Ahí el torero manda de verdad, porque el toro es una sombra. El politólogo manda en tertulias y aulas, porque el cinqueño de la vida real queda sustituido por cifras y gráficos bidimensionales. Pero en el coso se respira otro aire, y hay muchos más seres (y de movimiento más errático) que en la abstracción. El politólogo y el político se atraen y se repelen como el pedagogo y el docente. El pedagogo nada en las ideas, el docente está a pie de obra. Y en el tajo los conceptos no siempre encajan con facilidad. Algo de eso debió de pensar el ministro dimisionario de Industria, Energía y Turismo cuando dijo que había cometido un error de pedagogía. Siempre hay a quien se le da peor la teoría que la práctica. Y, por asociación de ideas, siempre hay quien piensa (como un conocido cantante, dado también a llevar sus dineros a climas más benignos) que su afición al ancho del embudo es moneda corriente. Que lo que él hace "lo haría todo el mundo". Lo dicho: mucha asertividad, aunque ya no se sea tan joven.

Salvo giro del guión en el último minuto, a los españoles van a darnos otra ración de pedagogía. Leña al mono hasta que aprenda el catecismo. No sabemos votar, así que a votar otra vez. Sólo un ruego, señores políticos de todos los colores: ahórrennos una nueva campaña electoral. Están ustedes muy vistos, y en época de declaración de la Renta, aunque para algunos Hacienda no seamos todos, quedaría feo hacer más gastos.

Compartir el artículo

stats