Antonio Baños fue la cara visible de la CUP que explicó, en tono convincente, las razones profundas por las que su partido, una organización seria y solvente de izquierdas, impregnada de las insobornables convicciones éticas que caracterizan a estas organizaciones, jamás apoyaría a quien representaba a lo peor de la burguesía catalana, al sector que se había corrompido hasta la náusea y a quienes realizaron los recortes que han mermado el estado de bienestar y han generado situaciones de necesidad entre la gente. Durante semanas, escuchamos aquella cantilena, que nos sonó muy bien a los demócratas.
Por ello, suscita ahora profundo estupor la noticia de que Antonio Baños ha dimitido de su escaño después de que la CUP, tras saltarse sus propias normas y traicionar las decisiones asamblearias que habían sido adoptadas con gran aparato, ha decidido finalmente no apoyar la investidura de Artur Mas, lo que conduce a unas nuevas elecciones si Junts Pel Sí, finalmente, no decide proponer a otro candidato.
En definitiva: todo ha sido mentira: Baños nos engañó a todos, la CUP ha engañado a sus asambleístas y también lo han hecho quienes, en la lista unitaria, aparentaban fraterna unidad. Los electores tenemos cada vez más argumentos para desconfiar de los políticos nacionalistas de todos los pelajes.