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Antonio Papell

El PSOE y los paracaidistas

El diccionario de la Academia, tan empeñado en recoger quizá demasiado pronto los términos recién nacidos, todavía no contiene una venerable acepción de la palabra "paracaidista", que se utiliza desde antiguo para designar al político que entra en una lista electoral u obtiene una canonjía en un partido de forma súbita, sin ser militante ni haber recurrido a los métodos de promoción existentes. Es el caso de la excomandante Zaida Cantera, que salió del ejército tras haber padecido acoso de un superior, invitada por Pedro Sánchez a ser incluida en la lista socialista por Madrid, y sobre todo el de Irene Lozano, diputada que fue de UPyD en esta legislatura, y que, tras fracasar en su intento de liderar su partido, ha aceptado la invitación del PSOE.

La inclusión de Irene Lozano ha molestado a gran parte de los cuadros socialistas, que han hecho gestos ostensibles de desaprobación. La reunión del comité federal del sábado, en que se aprobaron definitivamente las listas, fue tensa, y aunque todos los presentes, conscientes de lo que se jugaban, cubrieron el expediente, fue visible -por las llegadas tardías, las ausencias, las salidas prematuras- que flotaba en el ambiente cierta neblina de desaprobación. En alguna medida, porque a la hora de seleccionar a los pocos que van a ostentar la principal representación socialista en las instituciones, la llegada de extraños reduce todavía más el margen de oportunidades. Y sobre todo, porque Irene Lozano se cebó con el PSOE durante su militancia en UPyD al criticar con saña sus déficit democráticos y sus condescendencias con ciertos episodios de corrupción. Con la particularidad de que UPyD fue fundado por Rosa Díez tras abandonar el PSOE.

El argumento utilizado por Pedro Sánchez para justificar su invitación a Lozano a ser diputada y a encabezar la regeneración democrática del partido es impecable: es obvio que llamar a quien tanto ha criticado ciertos errores socialistas otorga credibilidad al impulso ético que el PSOE pretende imprimir a su ejecutoria. Además -ha dicho atinadamente el secretario general- el PSOE no es sólo de los militantes sino una herramienta de todos los ciudadanos progresistas que comulguen con sus ideas.

El papel de UPyD en la legislatura que concluye ha sido muy encomiable en el apartado de la corrupción, y así hay que reconocerlo. En el arranque del 'caso Bankia', por ejemplo, cuando PP y PSOE iban del bracete a negarse a abrir comisiones de investigación y se mostraban reacios a aclarar unas corruptelas que alcanzaban a militantes de todos los partidos parlamentarios, a la patronal y a los sindicatos, la organización entonces encabezada por Rosa Díez realizó una loable labor de denuncia en las instituciones y llevó el caso a los tribunales, lo que aceleró la judicialización del gravísimo escándalo.

El descrédito de la clase política después de esta legislatura en que los ajustes económicos han tenido como contrapunto las revelaciones acerca de una corrupción masiva no será fácil de disipar. Tan sólo una larga experiencia de sujeción a las leyes, de ostensible transparencia en el manejo del dinero público y de austeridad personal devolverá el crédito a los políticos profesionales. Pero gestos como el fichaje de Irene Lozano van también en la dirección correcta, y permiten confirmar que las declaraciones en favor del saneamiento de la política son sinceras. Aunque la ciudadanía necesitará hechos mucho más contundentes para volver a confiar, para desprenderse de un escepticismo difícil reversible y para creer de nuevo en unas organizaciones que, pese a todo, sigue siendo fundamentales para articular y hacer funcional la democracia.

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