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José Carlos Llop

Del verano inmóvil

De lunes. En las cenas de verano -comensales de mediana edad- se ha hablado bastante del amor entre el escritor peruano y la dama filipina. 79 años, él y 64, ella, lo que no deja de ser una lección para todos (incluso, o más, para los que no lo entienden). Cuando se habla de amor „y hablar de amor es una forma de conjurarlo y lo es, también, de apartarse de él„ suelen aparecer dos bloques naturales. Por un lado, el masculino, que lo analiza y desecha a veces desde un cinismo llamémosle orgánico y otras desde la frialdad de los principios (aunque haya excepciones, normalmente artísticas). Por otro, el femenino, que lo defiende y vive como si el amor fuera una cosa propia y exclusiva. Es decir, con ese sentimiento de propiedad que da a la mujer la comprensión total „digo bien: total„ del amor y sus consecuencias. Una comprensión de la que la mayoría de hombres carece o va perdiendo a medida que avanza en edad. "¿Te imaginas „me preguntó mi vecina de mesa de una de esas noches„ lo que debe ser aguantarse el amor durante más de veinte años y después reencontrarse? Me encantaría „añadió„ estar en su piel el tiempo que les quede".

Pero sorprendentemente en este caso, las posturas femeninas optaban, en su mayor parte, por cierta crueldad hacia el escritor, mientras algunos lo defendíamos. Casi, casi, como si ellas „o alguna de sus hermanas„ hubieran sido las abandonadas a causa de una señora distinta. Aquí y allá las mujeres se mostraban inmisericordes. O por lo menos escasamente complacientes, cosa rara, repito, tratándose de amor. La situación obligaba a la pregunta: ¿y si hubiera sido la mujer del escritor la que se hubiera enamorado de otro hombre? Ahí estaban todas de acuerdo y se mostraban, de haber existido, muy comprensivas con el amor. Lo que induce a pensar que el lenguaje del amor, sólo ellas creen tener derecho a administrarlo. Como las reglas del matrimonio tantas veces. Pero una amiga mía me dio otra clave para descifrar esta incomprensión generalizada: "Es porque se trata de quien se trata y no me refiero a él; si hubiera sido otra la elegida, los comentarios de ellas también serían otros".

...a viernes. Leo en El País una crónica de Tereixa Constenla sobre los amores secretos de Emilia Pardo Bazán -doña Emilia, en la historia al uso- y Benito Pérez Galdós, que duraron varios años y fueron intensos y felices y estuvieron tan llenos de humor como de amor. "Le hemos hecho la mamola -escribía Pardo Bazán- al mundo necio, que prohíbe estas cosas; a Moisés, que las prohíbe también, con igual éxito; a la realidad, que nos encadena; a la vida que huye; a los angelitos del cielo, que se creen los únicos felices, porque están en el Empíreo tocando el violín ... ¡Felices nosotros!". Releo estas y otros fragmentos de sus cartas y pienso en lo de "doña" y vuelvo después a este requiebro suyo, tan estupendo: "En cuanto yo te coja no queda rastro del gran hombre". Imagino la sonrisa de Galdós al leerlo (y también su resoplido).

Yo creo que llamarla doña Emilia Pardo Bazán no ha sido tanto una muestra de respeto, como una forma de masculinizarla, de restarle feminidad en un mundo donde el éxito y la independencia de carácter estaba reservado a los hombres. Los mismos hombres que tampoco entendían a George Sand. De neutralizar de alguna manera lo que era y quien era y asimilar así a la supuesta intrusa. Peor era llamarla, como también se hizo, "la" Pardo Bazán. Pero la manera de vivir el amor clandestino con Pérez Galdós, niega ese "doña" y ese "la" con inteligente rotundidad y se lo pone por montera entre risas varias, que son tan hijas del amor como su contrario. Todo está en sus cartas -lo que nos queda, porque lo mejor se lo dijeron e hicieron ellos entre sí y nada ha quedado de eso-. ¿Nada? En una de ellas, Emilia Pardo Bazán le dice: "Nosotros podemos decir aquello de no moriré del todo aunque muera". Y no se refería a los libros escritos por ambos. "Ayer me han dicho que Zola está a punto de enloquecer por miedo a la muerte -le escribe también a su amante-. ¡Qué tonto es ese hombre de genio! ¡Miedo a la muerte! Si hubiera vivido en una semana lo que yo... y lo que tú, no le tendría miedo alguno".

Las cartas de Emilia Pardo Bazán a Galdós las ha publicado la editorial Turner y para quien quiera conocerla mejor, Eva Acosta -colaboradora de Diario de Mallorca- publicó hace ocho años una minuciosa biografía sobre la escritora gallega. Escrita íntegramente en la isla. Se titula La luz en la batalla y la publicó la editorial Lumen.

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