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La codicia de algunos expolíticos no parece tener límite. Tal vez el mejor ejemplo de esa avidez de dólares sea el exprimer ministro británico Tony Blair, hoy multimillonario consejero de bancos y otras entidades además de orador excelentemente remunerado en los circuitos internacionales. Pero hay muchos más. Así, por ejemplo, nos enteramos gracias a un trabajo de investigación del semanario Der Spiegel de cómo destacados políticos jubilados, al parecer insatisfechos con sus pensiones, se han dedicado a lavar, a cambio de dinero, la imagen de gobiernos tan poco presentables como el de Kazajistán.

Conocidos exministros e incluso algún expresidente o exjefe de Gobierno han formado parte„ o al menos en algunos casos se han visto tentados de hacerlo„ de un círculo de amigos de Kazajistán, un país de grandes riquezas en su subsuelo que formó parte de la Unión Soviética y hoy está gobernado por un autócrata a quien nada parecen importar los derechos humanos: el presidente Nursultán Nazarbáyev. El impulsor de ese círculo de es un abogado de Viena llamado Gabriel Lansky cuyo bufete ha cobrado supuestamente gracias a esos trabajos de fichaje de expolíticos en torno a catorce millones de euros.

Lansky ha trabajado estrechamente con el excanciller socialdemócrata austriaco Alfred Gusenbauer, quien, por unos honorarios anuales de 400.000 euros, se comprometió a tejer una red de asesores del Gobierno kazajo, eufemísticamente bautizada en inglés como el "Independent International Advisory Council". Los documentos en poder del semanario alemán demuestran cómo en cierta ocasión políticos de diversos países dieron consejos al Gobierno kazajo sobre cómo dificultar el que grupos de defensa de los derechos humanos enturbiasen "el ambiente positivo" que se pretendía dar a una reunión de la OSCE en Astaná, la nueva capital del país.

Der Spiegel cita entre los participantes en aquella cita preparatoria, celebrada en Viena, además de a Gusenbauer, al excanciller alemán Gerhard Schroeder, al exjefe del Gobierno italiano y expresidente de la Comisión Europea Romano Prodi y al expresidente polaco Aleksander Kwasnievski, además de al exministro español de Exteriores Marcelino Oreja. En algunos casos, se pidió a los "amigos" de Kazajistán que firmasen una cláusula por la cual aceptaban la rescisión del contrato que fijaba sus honorarios en el caso de incumplir lo que se esperaba de ellos, algo que algunos de los políticos citados por Der Spiegel rechazaron bien por parecerles una humillación, bien por temor a que saliese a la luz.

Uno de los que salen peor parados en la información de la revista es el exministro alemán del Interior Otto Schily, que intentó influir a favor del Gobierno de Nazarbáyev mientras éste se dedicaba a perseguir a su yerno Rachat Aliyev, un multimillonario y supuesto torturador que, tras haber sido jefe adjunto de los servicios secretos y luego embajador en Viena ante la OSCE, había caído en desgracia. Acusado de alta planear un golpe de Estado y del secuestro y asesinato de dos banqueros, Aliyev terminó ahorcándose en marzo pasado en una prisión de Viena después de que el Gobierno austriaco hubiese rechazado su extradición a Kajazistán por el largo historial de violación de los derechos humanos que tiene el país.

Las repercusiones negativas en todo el mundo del caso Aliyev, cuyo desarrollo parece una novela de espionaje de John le Carré, convencieron desde el primer momento a Nazarbáyev de que debía crear una red de asesores de imagen, de la que formarían parte importantes personalidades del mundo de la política, convenientemente remuneradas. Uno de esos personajes, el exministro Schily, intentó hacer valer su influencia sobre exfuncionarios internacionales como el exjefe de Europol Max-Peter Ratzel para que facilitasen la detención de Aliyev.

Y al mismo tiempo trató de que medios de prensa de prestigio internacional, entre ellos Der Spiegel, publicasen noticias negativas sobre quien había sido un protegido del presidente kazajo para convertirse luego en su principal enemigo. Kazajistán no es, por supuesto, el único país de la antigua URSS que trata de comprar influencias con sus petrodólares. Está también, por ejemplo Azerbaiyán, otro país violador de los derechos humanos y encarcelador de periodistas críticos, que intenta lavarse la cara fuera gracias a sus actividades de apoyo a la cultura y al deporte.

Azerbaiyán lleva a cabo desde hace años en Francia mediante una fundación que lleva el nombre de Heydar Aliev, padre del actual presidente, una labor de restauración de monumentos además de patrocinar en España a equipos de fútbol, como el Atlético de Madrid, y organizar acontecimientos deportivos como los primeros Juegos Europeos, que se celebran en Bakú.

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