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Camilo José Cela Conde

Tiempos de inestabilidad

Deberíamos hacérnoslo mirar. Los resultados de las negociaciones y los pactos para lograr gobiernos en las comunidades autónomas y en los ayuntamientos de pueblos y ciudades han hecho que se levante la inquietud. Por referirnos sólo a estos últimos, en no pocos casos incluyendo Madrid, Valencia, Cádiz, Gijón y, por supuesto, Palma ha sido preciso sumar concejales pertenecientes a tres o más partidos para impedir que alcanzase el cargo de alcalde, en minoría, el cabeza de la lista más votada. Eso ha llevado a lo que los comentaristas auguran ya como "tiempos de inestabilidad". Es una suerte que este archipiélago apenas cuente ante la mirada de quienes escriben desde fuera. En caso contrario habría que inventar un sustantivo nuevo ligado a la sensación de vértigo al tener en cuenta que en Palma vamos a tener no uno sino dos alcaldes.

Lo curioso es que esos análisis transmitan una sensación de inquietud, siendo así que hasta ahora se levantaba un clamor de voces airadas en contra de las mayorías absolutas. Se ve que jamás llueve a gusto de todos incluso teniendo en cuenta que esos "todos" somos los mismos antes y después de las elecciones. Si camino de la cita con las urnas había grandes manifestaciones de gozo y esperanza ante lo que se contemplaba como el fin de los gobiernos mayoritarios e incluso del bipartidismo, ahora abundan los gritos de alarma. En especial porque en no pocos lugares van a ser unos políticos carentes de experiencia en la administración quienes redacten los presupuestos y los ejecuten. De pronto se plantean las dudas acerca de si está garantizado el que las funciones básicas de los ayuntamientos como pueda ser el que la luz llegue a las farolas y el agua a los grifos se mantengan con garantías razonables durante los próximos cuatro años.

Se ve que el ser humano se ajusta al refranero y se acuerda sólo de santa Bárbara cuando comienza a tronar. Pero es que en este caso no ha hecho falta siquiera esperar a que se presente la tormenta: es la aritmética de los votos por sí sola la que ha causado la alarma ante las "mayorías antinaturales". Vaya por delante que tal cosa no existe porque las otras mayorías, las absolutas, son tan antinaturales en el sentido de un constructo cultural como las de ahora. Se trata de que los países deciden si quieren ayuntamientos y gobiernos fuertes y monocolores o bien débiles y multitudinarios. Cada cuatro años vamos y decimos de manera bastante extendida que lo mejor es lo que no tenemos ahora mismo. Tengo la impresión de que no hará falta esperar tantos meses para que se añoren las mayorías firmes. Y lo más curioso es que eso de mirar lo que hacen los demás el extranjero, como se dice no parece que lo vayamos a tener jamás en cuenta pese que haya fórmulas, como la de la segunda vuelta entre los candidatos que tuvieron más votos en la primera, capaces de resolver el problema. Se ve que eso de escarmentar en carne ajena no nos convence. Lo dicho: deberíamos hacérnoslo mirar y cuanto antes.

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