La nueva ley de enjuiciamiento criminal, actualmente en trámite en el parlamento, ha recogido una sugerencia de CiU para eliminar la llamada "pena de telediario", es decir, el bochornoso espectáculo de la detención aparatosa de algunos conspicuos ciudadanos, que después circulan por tobas las televisiones, a modo de complaciente escarnio viral.
Parece razonable que ciertas detenciones que no entrañan riesgo alguno para los agentes de la autoridad y que no tienen lugar en caso de flagrante delito se realicen con discreción, sin dar tres cuartos al pregonero, lo que preserva la presunción inocencia (obviamente, no todo el que es detenido resulta ser después culpable). Sin embargo, resulta llamativo que la iniciativa tenga lugar poco tiempo después de que un exvicepresidente del Gobierno, Rodrigo Rato, hubiera de pasar por el escarnio de ser detenido sin contemplaciones ante unas cámaras de televisión que nadie sabe de donde salieron.
En definitiva, la sutileza procesal se va aplicar con los que son o fueron poderosos, para preservar su imagen, a veces tan deteriorada que resulta irreconocible. Y entrará en vigor cuando muchos corruptos hayan de transitar en los próximos meses por los tribunales. Es cierto que se beneficiarán de ello muchas gentes anónimas pero lo chocante es que siempre esas reformas parce un guiño a los facinerosos que lo tuvieron todo y que ahora han de descender a los infiernos de la postergación social.
