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Juan José Millas

Tierra de Nadie

Juan José Millás

Poesía y locura

Aveces coges el metro para ir a un sitio y llegas a otro. John Nash, el matemático de Una mente maravillosa, tomó un taxi para ir al cine (es un decir) y acabó en el tanatorio. No pagó la carrera, una cosa por otra. Ya ven. Significa que suponemos más cuestiones de las que deberíamos: por ejemplo, que si sales a las nueve de casa estarás a las nueve y media en la oficina. Nos funciona el cálculo estadístico, pero las estadísticas, ya se sabe. Lo sociólogos llevan años explicándonos que damos por hechas cosas que no son, como que la persona de detrás de la ventanilla tiene piernas. Y a lo mejor no. Damos por supuesto también que va a entendernos porque habla nuestro idioma. Y quizá tampoco. Resulta increíble el número de asuntos que creemos resueltos desde que nos levantamos hasta que volvemos a la cama. Estamos seguros, y es otro ejemplo, de que volveremos a la cama. John Nash no se acostó esa noche. No escuchó la radio, abrazado a la almohada, no percibió cómo el sueño iba relajando sus músculos. Tomó un taxi que en lugar de llevarle aquí lo llevó a allí.

Eso desconcierta mucho. Un día, abstraído como estaba en mis fantasías, tomé el autobús equivocado y aparecí en un barrio completamente desconocido para mí. Igual que si hubiera viajado a Marte. Recuerdo que recorrí sus calles con admiración y me pregunté si sería capaz de iniciar allí una nueva existencia. De hecho, vi un par de pisos que estaban en alquiler y uno de ellos me gustó bastante. Finalmente, me orienté y regresé a mi vida de siempre. Casi todo el mundo, después de una de estas excursiones voluntarias o involuntarias regresa a su vida. Poseer una vida proporciona la posibilidad de extraviarse de vez en cuando. Y en el extravío siempre se encuentra algo inspirador.

Cuando John Nash, después de recibir el Nobel, hizo una gira por Europa, pasó por España, donde dio una rueda de prensa. Un periodista le preguntó si consideraba que estaba realmente curado de su psicosis. Nash dijo que sí, pero tras unos segundos de silencio añadió: "¿Consideraría usted curado a un poeta que ya no tiene alucinaciones, pero que ha dejado de escribir?". La época de mayor creatividad de Nash coincidió con la de su locura. Fue perdiendo imaginación a medida que se curaba. Iba a un sitio y terminó en otro.

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