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El regreso de Frankenstein

El siglo XXI ya tiene su Víctor Frankenstein. Se trata de un neurólogo turinés llamado Sergio Canavero, dispuesto a trasplantar cabezas humanas en nuevos cuerpos de donantes para salvar vidas. Los modernos Prometeos podrían estar en circulación en 2017. Entretanto crece la lista de espera. Un ruso de 30 años, que sufre una enfermedad terminal y ya superó su esperanza de vida, ha sido el primero en ofrecerse voluntario para el experimento. Al mono trasplantado hace 45 años no le preguntaron; el animal no podía moverse y vivió sólo nueve días hasta que el cuerpo rechazó la cabeza. El neurólogo italiano se muestra optimista; cree que los principales obstáculos que impedían el éxito del trasplante, como la fusión de la columna vertebral y la prevención del rechazo, son ahora superables gracias a los avances en la medicina.

El sistema prevé la congelación de la cabeza del destinatario y el cuerpo del donante para extender la supervivencia de las células sin oxígeno. Frankenstein confía en que el paciente sea capaz de moverse, sentir su cara y hablar tras la operación, que durará dos días, movilizará 10 millones de dólares y un equipo de 150 personas en el quirófano. Por razones éticas, la comunidad médica no las tiene todas consigo.

No han pasado cien años desde que se estrenó "Las manos de Orlac", una de las joyas del cine expresionista. Cuenta la historia de un pianista que en un accidente de tren pierde las manos. Un médico le implanta las de un asesino que acaba de ser decapitado. El pianista, Orlac, siente que las nuevas extremidades lo dominan e impulsan a cometer crímenes. Su médico le explica que, gracias al poder de su voluntad, podrá controlar los impulsos. Él, en cambio, cree que la carne implantada ha tomado el control de su conciencia. Es mera sugestión. Como es natural se trata de la mente.

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