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Orgullosos de ser irlandeses tras el sí al matrimonio homosexual

Tras la victoria del "sí" en el referéndum para lograr el matrimonio entre personas del mismo sexo

En la elegante y espaciosa George´s Street, la calle que alberga el Centro James Joyce en Dublín, las banderas arcoíris ondean estos días más orgullosas que nunca. Otro gran escritor dublinés, Oscar Wilde, recibe más flores en su monumento en Merrion Square, la plaza de grandes casas, inspiradas en el siglo XVIII, entre otros, por Jamen Gandon, arquitecto de espléndidos edificios como la Custom House o el Palacio de Justicia.

La armonía simétrica de las mansiones georgianas, con similares materiales y medidas, diseños de puertas y fachadas, número de pisos y ventanas, parece coincidir con el mensaje de igualdad sobre el que se ha basado el referéndum para lograr el matrimonio entre personas de mismo sexo. La arquitectura racionalista quería acabar con los vestigios medievales de un país atrasado y pobre. En el tercer milenio, con todos los partidos a favor de "sí", el 62,1% de los irlandeses ha puesto fin a siglos de persecución e intolerancia.

En 1895, cuando el Eire pertenecía al Imperio Británico, Wilde fue condenado por "gran indecencia" a dos años de trabajos forzosos y sus obras fueron retiradas de los principales teatros de Londres. En 1982, Declan Flynn, de 33 años, fue salvajemente golpeado hasta la muerte en un parque de Dublín por ser homosexual. Tres décadas después, la católica Irlanda ha mandado un mensaje de revolución social al mundo entero: con más del 60% de participación, sus habitantes son los primeros en decidir por referéndum sobre el matrimonio homosexual, mientras que en casi ochenta naciones, el simple hecho de serlo se considera ilegal.

Incluso los partidarios del "no" se sienten orgullosos de que su país sea pionero en garantizar en la Constitución el derecho a la igualdad en el matrimonio, se ame a quien se ame. En septiembre, gays y lesbianas podrán casarse en Irlanda tras la reforma constitucional y la entrada en vigor de la ley, una vez que haya pasado sus trámites parlamentarios.

Pero el éxito del referéndum del 22 de mayo ocultó otro que se celebraba al mismo tiempo: adelantar la edad para ser candidato a presidente de la República de 35 a 21 años. Ese día, la conmemoración del viaje a Irlanda de mi promoción del Colegio de Europa me llevó al palacio presidencial, un bello edificio del siglo XVIII, en medio del Parque Fénix, a orillas del río Liffey. El presidente Michael D. Higgins quiso recibir a los alumnos que acogió en la Universidad de Galway, tras la adhesión de su país a la entonces Comunidad Europea. En la sala de recepciones de Estado, dominada por la alegoría "El Tiempo rescatando la Verdad de los ataques de la Discordia y la Envidia", Higgins hizo un firme alegato a favor de los derechos humanos.

Mas el poeta y escritor, antiguo portavoz laborista en el Parlamento, no debe temer, a sus 70 años, si decide presentarse a la reelección, que un veinteañero vaya a competir con él. Los irlandeses rechazaron igualar la edad para llegar a senador o diputado con la de aspirar a ser candidato a presidente de la República. La discriminación por edad seguirá presente en una sociedad cada vez más avanzada y diversa en la que, paradójicamente, los jóvenes han tenido gran protagonismo en el referéndum del matrimonio gay.

Las desigualdades del rescate

Pero esta diferencia no ha sido la única suscitada. Irlanda, primer país de la zona euro que entró en recesión a finales de 2008 por la burbuja inmobiliaria, ha sufrido duras medidas de austeridad, desde noviembre de 2010, cuando necesitó el rescate de 80.000 millones de euros para un país de cuatro millones y medio de habitantes. Solo los bancos han necesitado 60.000 millones de euros para ser saneados.

Aunque en diciembre de 2013 dejó atrás su rescate, las desigualdades se han acentuado con las bajadas de salarios y las subidas de impuestos. Dublín se comprometió a reducir su enorme déficit fiscal mediante recortes del gasto de 15.000 millones de euros en cuatro años. Además, la crisis de las hipotecas ha aumentado el número de los sin techo y el Estado ha gastado en lo que va de año más de dos millones de euros para alojar a las familias sin hogar.

No obstante, la primavera dublinesa y el sol que trae el arcoíris tras la lluvia, son faros de esperanza para los valientes irlandeses. Con la previsión de crecimiento del 4,9%, la tasa de paro que roza el 10%, el incremento enorme de sus exportaciones y la gran implantación de multinacionales por las ventajas fiscales, Irlanda puede ser el país de la UE con más éxito en la recuperación tras el rescate.

Las elecciones generales de principios de 2016 quizás lleven al Gobierno de Dublín a mejorar las cifras del presupuesto en sanidad, educación, transporte público y la creación de empleos en la Administración. Y el ejemplo de Irlanda por la igualdad de los derechos civiles de los homosexuales se colme también con la erradicación de las desigualdades sociales y económicas.

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