Una de las últimas acciones terrestres de los norteamericanos en la zona de Siria e Irak controlada por el Estado Islámico estuvo encaminada a ajusticiar al líder terrorista encargado de la comercialización del gas y del petróleo de que se nutre financieramente la organización radical.
El pasado mes de febrero, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas adoptó una resolución por unanimidad que pretendía bloquear las fuentes de financiación de grupos yihadistas como el Estado Islámico (EI), el grupo terrorista más potente del mundo en la actualidad. Entonces se dijo que los terroristas controlan una parte importante del mercado del petróleo en las regiones que dominan, imponen peajes en las carreteras, extorsionan a empresarios y comerciantes, cobran rescates por liberar a rehenes y asaltan bancos? Y reciben donaciones de los países del Golfo, que logran así cierta inmunidad de sus parientes terroristas, también sunníes.
El vigor que mantiene DAESH el Estado Islámico por sus siglas parece demostrar que estas fuentes de financiación no se han cortado. Es decir, que los terroristas siguen comercializando petróleo ¿con qué complicidades internacionales? y recibiendo flujos ilimitados de recursos. ¿No hay modo de corregir estas sinrazones? ¿No valdría la pena hacer un gran esfuerzo internacional antes que asistir a la imparable expansión de la locura terrorista?
