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Matías Vallés

No arriesguen, pidan lo imposible

Ya solo creen en los partidos políticos quienes cobran de ellos. El grado de confianza, recogido en sondeos oficiales, obligaría a la supresión de los instrumentos esenciales de participación política según la Constitución. La extinción controlada puede erigirse en la solución final propuesta por PP y PSOE para eternizarse en el poder. Los dóciles súbditos han pasado a ser votantes de riesgo, en el doble sentido de que han perdido la fe y de que están dispuestos a arriesgar con siglas como Podemos o Ciudadanos. Cada vez que se esgrime la debilidad de los recién inaugurados, se resalta la fragilidad de las organizaciones que han venido a sustituir y que a duras penas consiguen frenar su ascenso. Confrontar a Pablo Iglesias o Ada Colau con la maquinaria infernal de populares y socialistas suena a broma pesada. Comparen las sedes respectivas.

La pantagruélica voracidad informativa transforma cada incidencia en una revolución, aunque consista en un cambio de horario. Sin embargo, el cuádruple empate a voto decidido en las encuestas entre PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos carece de precedentes próximos y adentra al mapa político en tierra de nadie. Los votos se reparten equitativamente entre diferentes opciones ideológicas y sobre todo imagológicas, pero los votantes son esencialmente conservadores. De ahí el seísmo de que los partidos hayan perdido a sus irreductibles, que se han despertado fluctuantes y casquivanos ante las sucesivas traiciones de organizaciones en teoría a su servicio. La pareja de voto les ha engañado una vez de más.

El cuádruple empate se presenta de nuevo como un síntoma de la fortaleza aunque residual de PP y PSOE. Se olvida que, por debajo del treinta por ciento, populares y socialistas desaparecerán en su actual configuración, por no hablar de sus prerrogativas. Esta dilución no tiene por qué ocurrir simultáneamente en todas las circunscripciones o comicios, aunque ya se ha verificado en las europeas sin que se le concediera la importancia correspondiente. En las instancias donde Ciudadanos y Podemos adelanten al bipartidismo, se producirá un vuelco vertiginoso. Por no hablar de que las dos fuerzas hasta ahora dominantes deberán ceder fracciones territoriales de su poder en las negociaciones postelectorales. Susana Díaz, entregando en una bandeja las cabezas inviolables de Chaves y Griñán a Pablo Iglesias, constituye una ejemplo de la magnitud bíblica del proceso en curso. Sin olvidar que PP y PSOE ya bordean la irrelevancia en territorios tan significativos como Cataluña y País Vasco.

Como de costumbre, Rajoy empeora la situación. Su oracular "confíen en mí, les irá bien" está en la tradición absentista de "hagan como yo, no se metan en política". Tranquiliza a los sectores favorecidos por la desigualdad económica dominante, pero alancea a los vencidos con los contornos de una amenaza. O si no. La estrategia agónica del presidente del Gobierno consiste en condenar al país a la supervivencia de su ejecutivo de naftalina. Pretende recolectar el voto de rechazo a Podemos, ha convertido al inasequible PP en una fuerza de reacción. Ha perdido la iniciativa. Como mínimo, al implorar confianza es consciente de que carece de crédito, incluso para cabeceras afines como The Economist.

Rajoy no contaba con los votantes de riesgo, el PSOE le aventaja en la constatación de la lacerante infidelidad de adictos que antes solo conocían el modo aplauso. Un electorado amante de los deportes de aventura no figuraba en la agenda narcoléptica del presidente del Gobierno. Por lo mismo, resulta precipitado decretar un desmoronamiento inmediato e irreversible. La vaguedad intrínseca de Podemos y Ciudadanos ha catapultado su asalto a los fortines del poder, pero el propio impulso amenaza su porvenir si no se consolidan. El recurso final de PP y PSOE vuelve a ser el miedo, frente a la sorprendente máxima sesentayochista de los infiltrados en el templo del poder: "No arriesguen, pidan lo imposible".

Un pesimista cree que se aproxima el fin del mundo, un optimista espera estar allí para celebrarlo. Antes que una opción política, las elecciones de este mayo calibrarán la búsqueda de emociones fuertes por parte de electores decepcionados, frente al instinto de preservar los escasos bienes salvados de la crisis. Podemos y Ciudadanos tienen que transmitir la convicción de que el riesgo conlleva una recompensa. PP y PSOE insistirán en su indefinido "les irá bien", sin especificar cuidadosamente a quiénes.

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