Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Eduardo Jordà

Cállate, sabemos lo que piensas

¿Existe el derecho a que no hablen mal de ti? Hace una semana, las autoridades educativas de la Comunidad de Madrid suspendieron a la directora de un colegio público de Casarrubuelos y abrieron un expediente disciplinario a seis de sus profesores. ¿El motivo? Alguien había repartido por los buzones del pueblo una pequeña localidad de 3.500 habitantes una transcripción de un chat por WhatsApp de algunos profesores del centro. Y en ese chat se habían proferido frases despectivas sobre alumnos y padres, a los que se acusaba de ser palurdos y analfabetos, y los que en algunos casos se ofendía con insultos como "la zorra", "la hijadeputa" o "el guarro". Y además, los comentarios de los profesores estaban plagados de expresiones como "a tomar por culo", "fóllate a un negrazo" y cosas por el estilo, lo que decía muy poco sobre su educación y sus cualidades morales, en gran medida equiparables a las de esos homínidos con las hormonas alteradas que aparecen en los programas más infectos de la televisión basura.

El argumento para expedientar a los maestros ha sido que esos comentarios atentaban contra los derechos de los menores. Ahora bien, estos comentarios se hicieron en un chat privado de un grupo de WhatsApp al que sólo tenían accesos los profesores. Y lo que decían en el chat eran simples apreciaciones personales, todo lo repugnantes o improcedentes que se quiera y más aún en un grupo de profesores, pero que no pasaban de comentarios destinados al consumo interno de un grupo. Y si esos comentarios se hicieron públicos, fue porque alguien al parecer uno de esos mismos profesores, que tenía problemas con la dirección del centro decidió hacérselos llegar a los vecinos del pueblo por la técnica del buzoneo, una técnica, por cierto, que constituye un procedimiento muy sutil para ejercer la venganza o la extorsión, y más aún en un pueblo pequeño donde todo el mundo se conoce y tiene cuentas pendientes con todo el mundo. Pero si no hubiera sido por ese desconocido que difundió el chat, nadie habría sabido de la existencia de esos comentarios de los maestros, del mismo modo que nadie sabe qué comentarios circulan sobre esos mismos maestros en los chats de los padres de alumnos (porque hay que suponer que esos chats también existen), y no digamos ya los que podrían circular en los chats de los alumnos si tuvieran edad de tener WhatsApp.

El tema es muy importante, porque ya hay miles de ciudadanos indignados que exigen un castigo ejemplar contra estos profesores, como si hubieran humillado a los alumnos en público y delante de todo el mundo, cuando en realidad sólo insultaron a sus alumnos y a sus padres en privado. Y es cierto que su conducta ha dejado mucho que desear, pero no se puede olvidar que sólo estaban participando en un chat privado, y en privado todos tenemos derecho a decir lo que nos dé la gana sobre quien nos dé la gana, ya sea profesor, alumno, madre o padre, ya sea político o juez, cura o ayatolá, terrorista, policía o agente de la propiedad inmobiliaria. Y la idea de las autoridades educativas de Madrid de que hay que salvaguardar los derechos de los alumnos es muy peligrosa, porque esos derechos sólo existen dentro de la escuela y nunca pueden existir en el ámbito de lo que otras personas piensan y dicen en privado. Y yendo más lejos aún, ¿qué derechos podemos tener tanto adultos como menores en las conversaciones privadas de los demás? ¿Existe el honor o la integridad moral cuando alguien, en privado, hace un chiste o un comentario despectivo a nuestra costa? ¿Tenemos derecho a reclamar si nos enteramos de ello? ¿Y con qué motivo? Porque, de ser así, estaríamos entrando en un terreno muy peligroso en el que se nos podría acusar por algo que habíamos dicho en nuestros correos electrónicos o en nuestras conversaciones telefónicas o en las charlas con los amigos, sólo por el hecho de que esas frases hubieran podido ofender a una persona indefensa o vulnerable. Y esa posibilidad, se mire como se mire, resulta terrorífica. Repito que el chat de los profesores era estrictamente privado. ¿Es justo expedientarlos? ¿Es justo poner en peligro su futuro profesional? ¿Y no estaremos entrando en un mundo distópico en el que nuestras conversaciones privadas podrían ser usadas por cualquiera que tuviera intención de hacernos daño? Convendría que alguien se parara a pensar en todo esto.

Compartir el artículo

stats