Sanidad, Educación y Servicios Sociales constituyeron el núcleo existencial de las políticas públicas socialdemócratas. Mediante un mayor gasto público en estas áreas se redistribuía la riqueza procedente de los ingresos tributarios. No sólo se trataba de satisfacer las demandas del votante alineado con partidos de ese signo, sino de dar un respiro a casi dos tercios de españoles que no podían (ni siguen pudiendo) permitirse financiar el coste de un seguro médico privado, de un colegio privado o de una vejez sin ayudas públicas complementarias. La desaparecida intelectualidad progresista se esforzó históricamente en la consecución de ese objetivo. Y lo consiguió. Pero como pasa con los padres ricos y los hijos tontos, la herencia se dilapida.

Después de 15 años de gasto público descontrolado (socialista y popular), y de una pésima supervisión de organismos económicos nacionales e internacionales centrados exclusivamente en el control de la inflación, el margen ideológico diferencial entre conservadores y progresistas se ha encogido fabulosamente. Ahora no hay posibilidades de incrementar las mejoras redistributivas, porque hay que pagar los 100 millones de euros diarios que cuestan los intereses de la deuda pública. El 60 por ciento de la cual se ha generado en los 7 años de crisis continental. Por lo tanto, conviene ir interiorizando que por mucho que nos digan que se puede gestionar y redistribuir mejor -que es muy cierto- no por ello se va a poder incrementar el gasto público en fines sociales. Vender lo contrario, es mentir. Salvo que se pongan muy, muy serios a hacer lo que nunca han hecho. Y para ello hace falta un proyecto nacional compartido en una España fragmentada por líderes territoriales que no ven más allá de los lindes de su comunidad. Algunos no pueden ni salir de la capital.

De otra parte, la imagen de marca que identificaba al PSOE era la honestidad y la lucha contra la corrupción. Recuerden el lema de los "100 años de honradez" que la última legislatura de Felipe González dejó en papel mojado. Y sin embargo 25 años después los socialistas andaluces perseveraban. A los pillajes en materia de cursos de formación destinados a sindicatos y afines me refiero. Es lo que pasa cuando un partido monopoliza décadas de gobierno en un territorio. Que contamina la política. Como Puyol en Cataluña. Aquí nos bastó con una legislatura para empatarlos. Por eso es necesario modificar la ley electoral. Para ampliar el abanico de alternancias y pactos políticos de los partidos que aspiren a detentar el poder.

Esta argumentación ayuda a comprender a los próximos votantes de los partidos del cabreo. Y en especial a los de Podemos. Muchos ciudadanos (me niego a poner también "ciudadanas", porque es redundante y cursi) han perdido su referente ideológico. Han comprobado que pudieron haberse hecho políticas públicas a las que machaconamente me he referido (laicas, de fraude fiscal, de deudores hipotecarios, de mejoras reales en pensiones de viudedad, de una verdadera fiscalidad progresiva, lucha contra los paraísos fiscales, mayor participación ciudadana en los asuntos públicos, de cambio climático, tribunales de justicia con menor control del Parlamento, ley de partidos, de transparencia, electoral, de reducción de empresas públicas innecesarias, de financiación autonómica ponderada por la capacidad tributaria del territorio autónomo etc, etc) que el PSOE y el PP han eludido. Ahora Pedro Sánchez trata de acometer algunas en una supuesta refundación ideológica, pero está siendo muy poco explícito en sus declaraciones. Tampoco las circunstancias económicas adversas contribuyen a facilitarle las cosas. Otro cuestión en su contra es la desilusión ciudadana a la que contribuye el hecho de que la única corrupción que ha interesado al PSOE ha sido la del PP, pero no la propia.

Todo lo anterior refuerza el fenómeno que las encuestas recientes anticipan. El subidón de un Podemos que ofrece cosas que el PSOE no puede ofrecer. Virginidad inmaculada y un discurso de un Estado benefactor desligado del pragmatismo en la gestión pública. Una nueva relación Estado-colectividad distinta a la del Estado-individuo que ahora predomina en la Europa liberal. Y un montón de ilusiones irrealizables que todos queremos escuchar. Podemos controla los medios con una potencia y naturalidad que el PSOE desconoce. Recuerda a la campaña de Obama dejando a los republicanos como saurios. El equipo de Pedro Sánchez siente el aliento de Podemos en el cogote y trata de recuperar votos acudiendo a donde se le pueda escuchar. Y hace bien porque los medios son la mejor forma de entrar en la salita de casa y lavarte el cerebro. Comparto la llamada telefónica a ese programa paradigma de la actual cultura española. Porque algunos de los que lo ven también votan. Pero el mensaje de Pedro Sánchez es pobre y repetido. Invocar las conquistas sociales y morales del pasado. Recoge escasas reivindicaciones ciudadanas de entre las citadas en el largo paréntesis anterior. Falta mensaje. Y faltan referentes morales y hechos de la historia reciente que le avalen.