Manuel Valls, el comodín socialista con alma liberal al que Hollande ha encomendado llevar la política económica francesa a aguas de austeridad, está en minoría. Pese a conceder a los socialistas moderados el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones mínimas, y pese a equiparar a una moción de confianza la aprobación de su recorte de 50.000 millones, Valls sólo logró, el martes por la noche, el apoyo de 265 de los 577 diputados galos. O sea, el 46% de la cámara.

Para ser exactos, de los 564 diputados presentes, 232 dijeron que no y otros 67 se abstuvieron, lo que da un total de 299 desafectos al mayor hachazo nunca asestado a las finanzas públicas francesas. Pero lo más importante es que entre esos casi 300 diputados que, por exceso o por defecto, no quisieron jalear los recortes hay 44 socialistas. Tres le plantaron cara con un no y otros 41 se lo dijeron en fino y se abstuvieron. La conclusión es que, de no haber sido por la benevolencia de una treintena de diputados varios „veinte de ellos centristas„ que le apoyaron o se abstuvieron, Valls podría haberse encontrado con una ventaja de sólo tres escaños (0,5% de la Cámara) para aprobar el conjunto de medidas en las que su Ejecutivo confía para crecer, crear empleo y contener el déficit público.

La desafección de las huestes socialistas hacia su Gobierno es en estos momentos la mayor desde que Hollande alcanzó la presidencia en mayo de 2012. Pero esto, con ser malo, no es lo peor. Lo peor es que, según confiesa en sordina el entorno del primer ministro, 44 diputados rebeldes es más de lo que Valls esperaba para su recién estrenado Ejecutivo. Y aunque está claro que, por el momento, el Gobierno más derechista que podía formar Hollande sin aliarse con los centristas no corre serios peligros, su accidentado comienzo de carrera no representa el mejor de los augurios después de la catástrofe de las elecciones municipales. Menos aún cuando los sondeos para las europeas del 25M pregonan una abstención sin precedentes y un respaldo superior al 20% para el ultraderechista Frente Nacional. Unos augurios que hacen soñar a Marine Le Pen con sentarse en el primer puesto, por delante de la conservadora UMP y relegando al tercer lugar a los socialistas. Valls, que llegó al palacio de Matignon hace menos de un mes con un 80% de respaldo a su trabajo en el ministerio del Interior, tiene pues un problema. Y su problema se llama la Fronda, apelación que se atribuye en Francia a los disidentes de cualquier bloque de poder, en recuerdo de los nobles que, durante la minoría de edad de Luis XIV, intentaron por última vez poner coto a la deriva absolutista del poder real.

El hombre que no niega su aspiración de sentarse en El Elíseo, la cima absoluta de la presidencialista V República, ha tenido que someterse al desafío de su particular Fronda y lo ha salvado por muy poco. De modo que, en adelante, todo indica que tendrá que negociar con los frondistas cada paso importante que dé. Puede incluso que, si las posiciones se enrocan, Valls tenga que recurrir cada vez más a los centristas y a la compra caso por caso de voluntades individuales. Y ese modo de proceder queda muy lejos de las maneras favoritas de un político expeditivo y amante de hacer mucho en muy poco tiempo.

Claro que, en realidad, no lo olvidemos, el que de verdad tiene el problema es Hollande. Aunque no deja de ser un pequeño triunfo ver cómo, en las últimas semanas, los focos le apuntan con menos intensidad que a su primer ministro, el Presidente francés está atrapado en una fea pinza. Por un lado, la falta de resultados en crecimiento y empleo de su primer bienio le ha hundido en las encuestas hasta simas desconocidas en el último medio siglo. Por el otro, la necesidad de orientar su política económica hacia postulados merkelianos que rechazaba hasta anteayer le resta legitimidad a ojos de los propios socialistas y contribuye a degradarlo aún más en la apreciación popular.

En esas condiciones, y con la derecha política y económica reclamando nuevas reformas „como las del funcionariado o la legislación laboral„, Hollande necesita logros económicos cuanto antes si pretende encarar la segunda mitad de su mandato con algo de aire en los pulmones. De lo contrario, habrá jugado en vano su baza de la suerte. El comodín convierte un trío en póker y unas dobles parejas en full, pero sumado a un as de corazones, la carta que hoy por hoy más se asemeja al perfil de Hollande, sólo compone una pobre pareja. La que forman un hombre aislado y un saltimbanqui frenético cosidos con cascabeles.