La promoción política de Rubalcaba, el ministro del Interior que ha infligido graves quebrantos a ETA, y el ingreso en el Ejecutivo de Ramón Jáuregui, con grandes conocimientos sobre la realidad vasca, han sugerido a algunos analistas el argumento de que, con estas incorporaciones, Rodríguez Zapatero estaría buscando capitalizar políticamente el final de ETA.

Es difícil escrutar los pensamientos de una persona pero, en este asunto, no parece probable que algún político experimentado crea que tal intento –el de rentabilizar el fin de la violencia– es posible. Porque ETA nos ha agredido a todos los demócratas, sin distinción, por lo que la lucha contra el terrorismo ha sido en realidad una labor colectiva que está a punto de fructificar precisamente porque todos hemos puesto nuestra incansable energía al servicio de la desaparición de la gran intransigencia.

Rubalcaba aporta (o no, según quien juzgue) activos al Gobierno, pero para bien o para mal su acierto en la lucha contra ETA es un patrimonio común que a todos, y no sólo al Gobierno, nos enriquecerá.