No sé a usted, pero a mí me pasa. Por ejemplo, me pasa como a los peques de la casa, que abren el huevo de chocolate desvistiéndolo a tirones para desgarrar el papel, no por comerse el huevo sino por ver lo que lleva dentro. A veces uno compra algo no por el conjunto sino por una parte de ese conjunto. Es como el rosco de reyes, que se compra entero aunque lo que se ansía es la figurita para coronarte monarca de la merienda y no tener que pagarla. Y así hasta llegar a la tele. Hay programas que sólo ves porque sabes que, antes o después, llegará lo que buscas, que es una pequeña parte. Quizá la serie de la tarde no te mole, quizá te aburran las tramas que la conforman, quizá entiendas que sí, que en Amar es para siempre, que va subiendo como la espuma cada tarde en Antena 3 hasta codearse con la aburrida purulencia de Sálvame, han de seguir los mosqueteros de El Asturiano, y que José Antonio Sayagués, el redicho Pelayo, es una institución, sí, pero su personaje tiene menos futuro y enjundia que Ana Botella, por mucho que crea que como zombi tiene recorrido. Bueno, un momento, chaval, dice Pelayo echado en la barra del Asturiano, que esta semana he sacado en libro Los dichos de Pelayo, así que un respeto por el moribundo. Quizá entiendas todo eso, pero te tragas las tontas tramas del bar porque sabes que en pocos minutos la acción dará un salto hasta ponerte frente a nueva maldad de Antonio Garrido, que sabe cómo emputecer aún más a su personaje, Augusto Lloveras, y asistir al juego del puzle en el que, al final, sabes que todo encajará y Alfonso Bassave como Diego Tudela, y Ángela Cremonte como Valeria Prado, se dejarán de tonterías y se arrullarán como pajarillos ateridos pero fogosos.

El paquete de Albert

Quizá usted vea el mentado Sálvame por las razones que sean, y seguro que todas son legítimas, ya sea por burricie consciente, por inteligencia desmedida, por arrogancia y vanidad al compararse con lo que llama chusma y usted, faltaría más, no entra en el lote, o lo ve porque le da la gana y punto pelota, salta con los labios atorados Belén Esteban por A) la grasa de los nuevos kilos, o B) la antigua silicona en lucha a muerte con las nuevas mantecas que, al parecer, han hecho de ella una escritora intratable. Pero seguro que si usted ve Sálvame hay momentos en el larguísimo devenir de guión tan abierto en que, a pesar de sus esforzados defensores por no bajar ni un decibelio sus alaridos, afrentas, y disposición al trabajo, la tensión, por acción u omisión, decae. No digo que el programa le aburra tanto como a un servidor, al que le aburre hasta lo escatológico -la otra tarde, al comprobar que Jorge Javier se ha puesto tupé y se ha rasurado las sienes, casi me fui de vareta-, pero seguro que de su largo metraje lo que más le guste sea comprobar que por muchas telas de vuelo que se ponga, a Mila Ximénez se le notan las lorzas, que Kiko Hernández se gasta la pasta en ponerse los dientes más blancos cada semana, y que Raquel Bollo, gran misterio de la tele, sigue ahí. Es como si alguien, y juro que es así, como juro que llevamos una semana larga que no vivimos en crisis, que se traga el Telediario por ver si con la llegada del frío, y como TVE ama una nevada por encima de todas las cosas, le dan paso a Albert Barniol, el del tiempo, para que hable del tiempo antes del Tiempo, aunque esa gente ni mira las isobaras ni los anticiclones ni los dibujos de copitos porque lo único que les importa es si el hombre del tiempo se ha puesto los vaqueros "que le marcan ese paquetazo". Eso es ser espectador selectivo. Pero ojo, Albert, que el chico de Meteo, en La Sexta, Marc Redondo, empieza a subir como la espuma. Helena Resano lo hace muy bien en La Sexta Noticias, pero la isobara que guarda el de Esplugas parece de órdago.

¿Pinchar es pinchar?

Desde hace unos días, Andreu Buenafuente se ha subido al trono de las noches que, sin salir de La Sexta, le han puesto al humorista, presentador y productor español -en concreto de Reus, Tarragona-. Y lo ha petado. Enfrente, tratando de hacer ruido, Paolo Vasile ha puesto a Jordi González, periodista y presentador español -en concreto de Barcelona-. Uno dice que está En el aire. Otro que Se enciende la noche. Buenafuente está sembrado en su regreso. González no da pie con bola. Andreu se hace acompañar por Berto Romero desde el minuto uno, lo cual añade garantía de calidad y enjundia a la emisión. Jordi se codea con las guarradas que maneja a diario Telecinco. El otro día invitó a Sonia Ferrer, actriz, presentadora, y seguro que modelo, y escritora española -en concreto de Barcelona- para que cuente que "una grave lesión en la espalda me obligó a reinventarme". Maravilloso. Lo malo es que la noche tampoco se encendió con la presentadora, modelo, actriz, escritora, y seguro que algo más. Otras noches, Jordi enciende la noche con piltrafas caídas del árbol de ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, el programa de espíritu choni de Cuatro, y lleva a una tal Leti, que dice que le "gustaría pinchar con Kiko Rivera". ¿Pinchar es pinchar? Pero cualquier significado me da arcadas, así que me imagino la parte del todo del hijo de la Panto, y mi todo, con mi parte tan sensible, se me viene abajo. Jordi también ha tratado de encender la noche colgando otro florero llamado Stevlana en la "barra caliente". Nada. La audiencia mira para otra parte. Lo grave de este apestoso programa no es que la señora Pepa Charro, conocida como La Terremoto de Alcorcón, haga de nuevo el ridículo, y ni siquiera entendamos -o sí- qué pinta ahí Boris Izaguirre. Lo grave es que -allá ellos- Telecinco insista en la misma cerilla para, tratando de encender la noche, quemarse un poco más. En Se enciende la noche no encuentro ni un sólo motivo para esperar el momento que justifique la espera por ver "la parte por el todo". Tal vez En el aire no te guste mucho, pero compensa el monólogo de Andreu, o una nueva imitación de Sandro Rey con Berto de mamporrero. Hay partes que justifican el todo.

La guinda

Buen fichaje

Antena 3 le robó a Telecinco Nacho Abad, estrella de la televisión basura, como roba esta gente, con dinero, es decir, ni más ni menos que como funciona el mundo. Perfecta. La jugada le salió perfecta. Cuando asoma la jeta de ese carnicero de la información, sube la audiencia. El martes, la cadena emitió otra variación sobre el mismo tema, El crimen de Asunta, el secreto. Bingo. Aún hay mercado para seguir hurgando en esa pus.