Cuando hay que decirlo, se dice. No me interesa Qué tiempo tan feliz, el programa de la tarde del sábado y del domingo de Telecinco. No es para espectadores como yo. En este caso no hay juicios añadidos. No lo veo, soy listo, lo ves, eres tonto. No va por ahí la cosa. Es un programa con un sentido de la diversión y el espectáculo con el que, para resumir, no me reconozco. Pero cuando hay que decirlo, se dice. La última entrega de la revista vespertina de esa cadena está dando mucho que hablar. Contó con una invitada de excepción, aparte las razones comerciales por las que Isabel Pantoja acudió, y que todo el mundo sabe. Fue una entrevista a tumba abierta, término con el que se nombra a las entrevistas donde no se dejan temas sin tocar por escabrosos que resulten.

Bueno, no nos volvamos locos. Fue un gran espectáculo, dejémoslo así. Una tarde torera. Para cerrar el círculo, Teresa Campos. Estuvo plena. Entregada. Supo relajar a la invitada, hacer que se sintiera en casa, tratarla como una señora, buscar lo que las une para montar una gran obra teatral. Vimos a dos grandes actrices defendiendo sobre el escenario su papel. Soy inocente, dijo mirando a cámara como una Ana Magnani enlutada, yo no tengo que demostrar mi inocencia, tienen que demostrar mi culpabilidad. Y es verdad. Hablaba sobre las ascuas del caso Malaya, que le pilló los faralaes de sus vestidos de cola. Y también de la torpe deriva de sus amores –soy tonta, dijo-, del infierno de ser machacada por la televisión, por ella condenada, una presión insoportable, decía en su registro dramático. No sé qué cara tiene que lavar, pero la cadena que la machacó ahora juega a otra cosa. La Pantoja no es tonta.