La frase de Descartes ha venido dando mucho juego desde que llamara la atención en su no menos citado Discurso del método. Desde 1637 se han hecho todo tipo de bailes, de aportaciones y adaptaciones, unas jocosas, otras críticas, otras ingenuas, y tantas otras como grito de reivindicación, siempre contra alguien, contra algo. Cuando René Descartes escribió el pienso, luego existo, estaba, sin saberlo, nombrando un programa de pensadores que con los siglos vería la luz en La 2 en un cacharro impensable para la época. Pero también, dando a pie a formas retorcidas. Pienso, luego me aburro. Pienso, luego callo. Pienso, luego me obturo. O pienso, luego estorbo. A donde queremos hoy llegar. Esta modalidad del pensamiento racionalista del XVII fue escrita en una de las pancartas que alguien enarboló en una de las manifestaciones callejeras que se suceden en la España del XXI. El mensaje es claro. Si piensas, si pensamos, si reflexionamos, si llegamos a conclusiones sobre, por ejemplo, lo que estamos viendo, los Estados a los pies de esa fiera llamada los mercados, estorbamos porque entre todos ponemos en el brete con nuestra rebelión a políticos autistas, a banqueros depredadores, a gentuza que no merece nuestro respeto y tanto daño y mal nos hace. Si pensamos un poco, sólo un poquito, anuncios como el de un coche cuya melosa voz es la de una señora en estado de interesada calentura, en vez de incitarnos a salir corriendo para comprar no uno sino varios vehículos, nos retorcemos de la risa al escuchar que dice que "antes de hablar de mí, mírame, contrólame, provócame, yo soy Julietta, pruébame". ¿Cuál es la idea, hasta dónde se dejará probar la tal Julietta? ¿O se refiere sólo al coche, y es mi cochino, enfermo y machista cerebro el que malinterpreta ese mensaje blanco?

Pienso, pero flojito

Nunca nadie me ha querido como tú, que lo sepas, decía mirando a una de las paredes de La Caja de luxe una hiposa, sobreactuada, llorosa y cómica Ana Obregón, que se dirigía al deportista Fernando Martín allá en el cielo, o donde quiera que vayan los novios muertos de Anita. Embutida en esa cajita tan televisiva, la bióloga ha vuelto al tajo, porque las grandes del espectáculo nunca mueren. De ahí será lanzada en breve a otra zahúrda de Telecinco cuya calidad cachonda nadie niega, Más allá de la vida, con la muy grande Anne Germain. A ver si entre las dos, cuando llegue el momento, consiguen hacer más verosímiles las lágrimas de La Fantástica. Alguien debería de hacerle ver que para que la voz tiemble de dolor, o hay que ser una excelente actriz, o hay que sentir de verdad mucho dolor. Doña Ana es una excelente bromista, pero en la escena de la silla no vimos ni a una excelente actriz ni a una mujer dolorida. No se produjo el milagro buscado, siento, luego lloro. Anita tendría que aprender de María Patiño, que sí llora como una profesional que sabe lo que hace. Subida a La Noria, es decir, a burro muerto –DEC, Antena 3-, burro puesto– lo que sea, pero en Telechichi-, dijo que ella se lo pasa en grande viendo Sálvame, y que es peleona, y que le gusta el barro, pero ella tiene una dignidad y una cosa, y no se ve hablando de su intimidad en esa fábrica de despelleje. Maripati piensa, pero flojito, que hoy el empleo está jodido.

Pienso, pero qué más da

Hay otros grandes pensadores que se pasan lo que piensan por sus atocinadas carnes. Es el reino de los que piensan, pero qué más da. Veamos. Quizá usted no hay visto nunca Lágrimas en la lluvia –yo tampoco, pero recupero en vídeo los momentazos de la misa concelebrada por Juan Manuel de Prada, el curilla laico más divertido-. Comenta con otros cinéfilos sobre la película que verá su audiencia –esquema Qué grande es el cine, de Garci, mismo tono, mismo nivel de sabiduría, misma plasta-. En la última edición, el presentador ultra católico habló de la suerte de los gordos, él incluido, claro, porque lo está hasta el peligro de un colesterol fulminante. Y de quedarnos sin sus cachondos sermones. Dijo que gordos como Orson Wells se llevaron a Rita Hayworth, y que gordos como Edgar Neville se llevaron a Conchita Montes. ¿A dónde quería llegar el gordo De Prada? A él mismo, otro gordo con suerte porque "me llevo" –obsérvese el delicado lenguaje comercial, como el mentado anuncio del coche, mírame, contrólame, provócame, pruébame… y si te gusto, llévame- a María Cárcaba, colega de trabajo. Anunció en directo que se casaba con ella. Perfecto. Que sean felices. ¿Y?

Pienso, pero tú calla

Pues eso, que otra vez estos tremendistas del sermón, estos que berrean contra lo que no encaje en su moral, tienen un pasado. No hace nada, o sea, el 10 de junio de este año, el cruzado Juan Manuel hablaba, según nos recuerdan en El intermedio, de "la plaga del divorcio, de los hijos desparramados convertidos en carne de siquiatra". Qué picarón. Ahora, divorciado y "llevándose" a la colega de curro en un nuevo matrimonio, a la mierda los hijos desparramados. Ahora es él quien echa mano de la ley del divorcio que "atenta contra los cimientos de la civilización". Ya digo, hay quien piensa, condena, se cabrea, señala con el dedo y se enfurece, pero tú no lo hagas, que serás estigmatizado. Vi la otra noche un cachito de Con el mundo a cuestas, cita obligada para irse a la cama con la cabeza caliente. Es un sahumerio ideológico que presenta, muriendo por salvar España, otro de los grandes de la caverna en TDT, el inmoderado moderador Carlos Cuesta. Es de los que no admiten ni así de disidencia. Se tira al pescuezo del díscolo tertuliano sin vacilar, y sin vergüenza. La cosa iba de la última manifestación de indignación ciudadana. Resumo. Que para indignarse ya está él, que está todo el año echando bilis y escupiendo sangre contra la izquierda, que a ver qué hace el Gobierno contra estos patanes perroflautas que van de cabreados. O sea, que pensar e indignarse no es fácil. Hay que hacerlo en la dirección correcta.

La guinda

Anuncian el debate entre Rubal y Rajoy –nombre artístico- como si fuese el rasgo más destacable del juego democrático, como una lucha cuerpo a cuerpo entre los bandos, que si la temperatura del estudio, que si la Academia de Televisión como sitio neutral, que si los tiempos, que si los temas… ¿nos toman por imbéciles? Si el debate lo preparan los equipos de campaña, el periodismo, como la vida, se quedará fuera.